viernes, 18 de mayo de 2012

EL DR. FRANKENSTEIN Y LA DEUDA PÚBLICA

En nuestra infancia, padres y maestros nos enseñaron que no debíamos contraer deudas, que era mucho mejor no deber nada a nadie, y que en las tiendas no quedáramos a deber lo que íbamos a comprar, aunque el tendero nos fiase (también es verdad que entonces, en el tiempo de la dictadura franquista, había gente  que no podía pagar al tendero, de modo que, cuando te fiaban, la deuda se iba acumulando a lo largo de los días, hasta finales de mes si había suerte y dinero).
Pues bien, ahora hemos descubierto que los grandes deudores son los países, que los gobiernos no paran de emitir deuda pública para venderla a cambio del pago de intereses, y, por otra parte, no paran de comprar deuda pública ajena para cobrar otros intereses. Y así quedan todos endeudados con todos, y los bancos en medio, de intermediario tramitador de la deuda pública y cobrando la comisión correspondiente, a la vez que intentando cobrar los intereses de la deuda privada de las hipotecas. Mientras tanto, el dinero, mareado, desaparece durante el trayecto del largo viaje.
 ¿No será que el dinero se ha desviado del camino y se ha ido volando al cielo de los paraísos fiscales? ¿Por qué los grandes gobiernos no se atreven a forzar una investigación profunda del dinero acumulado en esos paraísos, que son verdaderos infiernos para los demás?
O al menos que nos dejen aplicar aquello que se rezaba del Padrenuestro en el catecismo de nuestra infancia:
"Perdona, Padre, mis deudas, así como yo perdono a mis deudores".

El suplente del cronista

1 comentario:

Anónimo dijo...

No se la edad del suplente del cornista, pero yo aun recuerdo que las deudas a los tenderos se saldaban los sábados cuano los obreros cobraban "la semanada"