Foto: J.X.
Cada visita al bosque de las novias muertas era un acto amoroso.
Como una devoción amorosa que ascendía de las profundidades y florecía en la tierra.
Como una flor renaciendo una y otra vez en un extremo del misterio de la vida.
"Nunca te abandonaré. Pensaré siempre en ti", concluía, y no hablaba más en toda la cena, en un bar casero del barrio.
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