Foto: J.X.
Apedazado y muerto, sí, pero no dice el qué, lo que tiene apedazado y muerto.
¿El corazón?, ¿el alma?, ¿qué tiene apedazado?
Los pantalones, no, que lo veríamos, dice uno, bromeando.
Tal vez sea un bolsillo, y no lo podemos ver, sugiere otro.
Tengo apedazado..., no, despedazado, esto, aclara al fin, sonriendo de mala gana y señalándose la parte de atrás.
Es decir, apedazada o despedazada la parte impronunciable -para entendernos menos-, añade otro, sofista.
Apedazada, no: despedazada, repito. Tengo el corazón desgarrado y el alma enferma desde que la realidad me violó la parte de atrás y me dejó hecho un cadáver, medio descuartizado. Desde entonces, que Dios me perdone, pero todo el cuerpo, los ojos, el alma, todo me llora por detrás. Los que estamos marcados, sufrimos y lloramos por detrás, por la herida mortal que abrió la realidad. Despedazados, muertos.
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