Foto: J.X.
Era un día de la infancia, por la mañana.
Restos. En la calle, alguien de una tienda ha extendido encima una manta marrón. La manta es a rayas, y cada vez está más roja de sangre en las puntas.
Es un vecino, un hombre que vivía ahí, en aquel piso del balcón de las flores.
Se ha caído desde aquel balcón de las flores.
No se ha caído, se ha tirado.
Habrá sido por amor o por dinero, algún desengaño.
Otro vecino que ha salido a la calle explica que lo ha visto todo desde su ventana, y que mientras el hombre caía gritaba algo, quizá un nombre, aunque no se entendía bien. El grito era desgarrador.
Si es quien me imagino, dicen que estaba harto de todo. No ha sido sólo por amor ni por dinero. Ha sido por todo. Soledad mortal.
A aquel niño le quedó prendida una gota de sangre. Una gota de sangre prendida para toda la vida. La guarda en la mitad del alma que aún le queda.
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