La
hija de la bibliotecaria nos cuenta en el bar lo que le ocurrió a su
madre con el último de sus amantes.
Éste
le preguntó a su madre, desde la cama, tendido desnudo y fumando:
“Qué tal, querida, ¿soy bueno en la cama?”.
A
lo que su madre respondió, desde el lavabo: “No lo sé, querido,
no soy zoóloga, ni soy tu madre limpiándote las sábanas meadas”.
Dicho
lo cual, arrojó al simio de su novio escaleras abajo, explica la
hija de la bibliotecaria, saltando del taburete del bar, entre risas.
“Ahora
mi madre tiene una amiga que, al parecer, no le hace estas pregunta
idiotas desde la cama, fumando”, añade.
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