Comenta
la hermana del informático un hallazgo: Acabo de descubrir, dice,
una vieja papeleta de multa (gracias al envío de una escritora
amiga, cuyo nombre no diré, que ya va siendo peligroso dar nombres).
La multa es del año 1938, nada que ver, pues, con la actualidad
(Otro paréntesis: “cualquier parecido con la realidad es pura
coincidencia", como se dice en libros y películas. Que no se
equivoquen, pues, los vigilantes oficiales o de paisano, que de todo
hay en en la viña del señor y en la calle).
Es
una mala historia cuando hay que poner tantos paréntesis, dice la
nieta del anarquista.
Terrible.
Gracias a todos por la ayuda..., comenta alguien en el bar del
barrio.
¡Ustedes
se lo han buscado!, replica la cuñada del dentista.
Ay,
madre mía, si hay que recurrir otra vez a la guardia civil y a las
misas en Montserrat, ¿para qué sirve la democracia?, pregunta la dueña del bar.
De
aquellos polvos estos lodos, de aquellos lodos estos polvos, qué más
da, es la democracia, estúpidos, la democracia, dice la vidente del
barrio, insultando a no sabemos quién.
El
horror, el horror, repite el poeta romántico del barrio.
Vamos,
no exageren, no hay para tanto, de vez en cuando va bien una buena
purga, advierte la cuñada del dentista.
Me
sumo, gracias, añade un desconocido.
Hombre,
de nada, ¿pero qué pasa, qué ocurre?, pregunta el numismático del
barrio.
Repito, si hay que recurrir otra vez a la guardia civil y a las misas, ¿para qué sirve la democracia?, pregunta la dueña del bar.
Repito, si hay que recurrir otra vez a la guardia civil y a las misas, ¿para qué sirve la democracia?, pregunta la dueña del bar.
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