UNA EDUCACIÓN SENTIMENTAL, FLAUBERT Y UN JAMÓN SERRANO

A propósito de la poesía, les voy a contar una pequeña historia o crónica familiar, dice el humorista del barrio:
Mi padre, que era poeta tradicional (en verano), dejó a mi madre, también poeta tradicional (o poetisa, como gusten, pero en invierno), y se fue andando con otra poeta, vanguardista, que a su vez lo abandonó por un poeta, más sonetista, que estaba liado con la hermana de otro poeta, vanguardista-fonetista, amigo éste de una poeta elegíaca sobrina de un poeta huérfano y soltero, baladista, amante de mi madre y tío de la poeta Premio Juan Sebastián Elcano que fue novia de otro poeta, pero en ciernes, el cual, entre rima y rima, acabó casándose con la hija heredera (que no era poeta) del tendero más rico del barrio, que tampoco poetizaba, a dios gracias. Con esta última vinculación sentimental, fuera del ámbito estricto de la poesía, quedaba roto el hilo fatídico de la tradición poético-familiar, cuya desmesura lírica, como ya supondrán, afectó a mi infancia más de lo recomendable, apunta el humorista del barrio.
No se referirá, por casualidad, usted a mí, por vía metafórica, ¡ya que no familiar, por supuesto! advierte el poeta romántico. Sepa que yo no me caso ni me lío con nadie, ni con políticos ni con poetas ni con agentes literarios.
No se preocupe, nadie es perfecto, con faldas y a lo loco, ¡y otro carajillo de Anís del Mono!, exclama el humorista del barrio.
¡Marchando, otra cerveza y pincho de tortilla española!,
canta la dueña del bar.
Aquí no hay quien se entienda, Flaubert con un diccionario de tópicos, Obama con un jamón serrano, y se despiden a dúo: “Hola y adiós, que nos vamos volando”, resume la nieta del anarquista.