EL BEBÉ Y EL ACORAZADO, LA BANALIZACIÓN DE LA POLÍTICA Y LA MÚSICA DE WAGNER

Ciertos políticos, periodistas, tertulianos, presentadores y locutores de radio y tv, de lo más conservadores y cínicos, declaran a los cuatro vientos que llevar a un bebé al Congreso de los Diputados es una banalización de la política, comenta el politólogo del barrio.
Como si ellos no la estuvieran banalizando, y mucho, desde hace demasiado tiempo, dice la sobrina de la peluquera.
Con sus fobias, discursos  e intereses económicos y religiosos de todo tipo, añade la nieta del anarquista. 
"El bebé y el acorazado", una película muy divertida que vi en el cine Princesa, de Barcelona, dice la librera del barrio.
¡El cine Princesa!, aquel edificio abandonado de la Vía Layetana que fue okupado, y que un día asaltaron las fuerzas de seguridad con helicópteros y acorazados (casi), como si fueran los helicópteros de  "Apocalypse Now" volando sobre el Barrio Gótico, con música de Wagner, recuerda el humorista del barrio.

Ahora que están todos juntos, bien avenidos y tomando un café o una cerveza, me gustaría hacerles una pregunta, dice la hermana del informático. Es la siguiente: Si un grupo político español de izquierdas, radical o menos radical (y que no necesita ser más español porque ya tiene su propia identidad nacional), es valorado de una manera positiva por muchos españoles, la pregunta es: ¿Por qué un grupo político catalán, de izquierdas, radical o menos radical (pero que necesita ser catalanista porque no tiene aún su propia identidad nacional), no es valorado como positivo por esos mismos españoles?
Quizá si se resolviera esta cuestión y hubiera una respuesta inteligente y sensata a la misma, dejaría de existir el llamado "problema catalán", comenta el poeta romántico. 

¡Es un problema que hay que "conllevar", como exclamaba don Ortega y Gasset en el Congreso!, dicen al unísono la cuñada del dentista y la fiscal del barrio (que no es fiscal de oficio, aclara el humorista del barrio, sino una vecina aficionada a leer crónicas sobre procesos, juicios, delitos y faltas).
Otra salida, por supuesto, sería la negación y eliminación de la pregunta (y, si procede, de quienes la hacen), añade un desconocido, de rostro impenetrable, enigmático.

¡Señor, no nos asuste, que no está el horno para muchos bollos!, exclama la dueña del bar.