Al publicar este texto nos llega la noticia de la muerte del poeta mexicano José Emilio Pacheco.
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LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NACIÓN, VI
Frente al contenedor, a las siete de la tarde –tres horas antes
Frente al contenedor, a las siete de la tarde –tres horas antes
de
que los grandes camiones de basura iniciaran la recogida-
la
hilera de mendigos crecía, como una mala hierba. Pero era
una
hilera silenciosa, ordenada, cabizbaja, sin murmullos. Cada
mendigo
ocupaba su lugar sin discutir, sin protestar, sin alzar
la
voz. Como el Ayuntamiento de la grande y moderna ciudad
había
colocado una fila de contenedores verdes cada uno con
su
especialidad –bloques de cemento, plásticos, envases de
vidrio, cartón
y restos de alimentos- la hilera más
numerosa
era la de las sobras de comida. Había latas de conservas,
cajas
con restos de pizzas, paquetes de fideos, piel de patatas,
bolsas
con pistachos difíciles de abrir y yogures con fecha atrasada.
Cuando
llegó su turno, el mendigo –un ingeniero aerodinámico
a
quien habían despedido por haber superado los treinta y cinco
años-
escogió una lata de mejillones en salsa sin abrir-. Miró la
fecha.
Había caducado hacía quince días.
-Creo
que los productos enlatados se conservan en buen estado
hasta
tres meses después de su fecha de caducidad- le comentó
al
mendigo siguiente de la fila.
-Depende
–respondió el aludido que tenía un doctorado en Ciencias
Políticas
sin usar, porque cuando él se licenció, todos los políticos
seguían
en activo, sólo había vacantes cuando uno moría, y eran
extraordinariamente
longevos.
-Los
mariscos y los crustáceos son más sensibles al efecto oxidante
de
las latas –explicó la mujer que venía detrás en la cola. El
mercurio,
por
ejemplo, es altamente contaminante y si consideramos que la lata
ha
pasado tiempo cerrada, puede producirse una concentración
patológica-. La mujer había estado muchos años trabajando en el
sector
servicios
que cerró cuando el Estado aprobó los últimos Presupuestos,
con
la oposición –suave- de la Oposición.
-Yo
abandonaría los mejillones y me quedaría con el resto de la
bolsa
de patatas- aconsejó el primer interlocutor, pero hay un
inconveniente: no sabemos si el aceite empleado en la fritura es de
colza
o de neumáticos. Y si se ingiere aceite de neumáticos puede
producirse
una oclusión intestinal. Los ambulatorios están repletos
por
la gripe A y una oclusión intestinal es mortal a corto plazo si
no
se realiza una intervención quirúrgica inmediata –informó-.
-¿Pero
no nos habían vacunado a todos, incluidos a nosotros,
los
mendigos, contra la gripe A?
-No
se fíe completamente de las vacunas –dijo el ingeniero sin
empleo.
Este años esa cepa no estaba prevista y creo que nos
inocularon
virus de otra época. Había un excedente, como hay
un
excedente de parados.
En
la cola había un joven de cuarenta años que nunca había
conseguido
trabajo pero usaba un Smartphone de última generación
conseguido
a cambio de vales de comida en una tienda de chinos.
-¿Qué
quiere decir inocular? –preguntó con la audacia de la juventud.
Me
suena a culo.
-Eso
es, eso es hijo mío –respondió la mujer despedida del sector
Servicios.
Es pinchar el culo.
-Eso
lo vengo haciendo desde que estoy sin trabajo –o sea, desde
siempre-
con codeína líquida. No sabía que evitaba la gripe A, sólo
la
uso para llorar un poco todos los días.
-¿Y
por qué llora? –preguntó el ingeniero.
-Porque
no le han dado el Balón de Oro a mi jugador favorito y
estoy
muy triste –respondió, mordisqueando el corazón de una manzana
sin
pelar que había encontrado en el contenedor.
Cristina Peri Rossi
Cristina Peri Rossi
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