SANGRE
EN EL ESCAPARATE DE LA PELUQUERÍA
Se
paró a mirar el escaparate de aquella peluquería, donde había un
anuncio de trabajo que decía:
"Se
necesitan chicas guapas para corte de pelo y sesión fotográfica".
Decidida,
entró y preguntó por el trabajo. La atendió en seguida una de las
peluqueras y le dijo que lo sentían, que para el trabajo necesitaban
otro tipo de chica, con otro estilo, una chica algo más rubia, y
además se trataba de un trabajo duro, por lo que era mejor algo de
experiencia profesional, añadió la peluquera. Eso mismo, contestó
ella, es perfecto para mí, ése es el trabajo que ando buscando.
Ahora se acercó otra de las peluqueras y le comentaron que no
querían ofenderla, pero consideraban que ella no era la persona más
adecuada para ese trabajo, que no daba el tipo, que era otra la
apariencia que necesitaban para el corte de cabello a la moda y la
posterior sesión de fotos. Ella insistió en que era la persona más
idónea para ese corte de pelo y posado fotográfico, sólo había
que mirarla, fíjense, fíjense –les decía dando un giro con los
pies como si fuera una modelo-. Siempre le habían dicho en su casa
que era una chica seductora, deseada por el ojo de la cámara, y que
un día, no, por favor, déjenme hablar, que un día llegaría a ser
una buena modelo, teniendo en cuenta además que, con la ayuda de una
buena agencia o un buen representante, destacaría muy pronto en el
mundo de la alta costura o del diseño más moderno. Es verdad que
hubiera preferido empezar de otro modo, siguió diciendo, pero estaba
dispuesta a sacrificarse y empezar allí mismo, en la peluquería,
sirviendo como modelo para un corte de pelo moderno, un peinado
moderno y una sesión fotográfica moderna. Repitió tres veces la
palabra “moderno” para que no hubiera la menor duda sobre su
experiencia de lo moderno.
Durante
quince minutos más siguieron los argumentos de la aspirante, así
como las excusas por parte de las dos peluqueras que la atendían,
visiblemente alteradas ya. Al final, hubo de salir la encargada de la
peluquería y le dijo que lo había oído todo desde su despacho, y
volvían a repetirle que necesitaban a una chica de otro tipo, guapa,
guapa de verdad, y no a una chica como ella, con esa nariz pequeña
pero desproporcionada, chata casi, y esos labios pintados pero
inexistentes, como hundidos dentro de la boca, por no hablar del
cabello de rastrojo, mal teñido de rubio, como una peluca de vieja
que se fuera a bailar a La Paloma.
La
chica se quedó muda, asustada por lo que acababa de oír, se puso a
llorar con las manos en la cara, desconsolada, dio media vuelta,
salió a la calle, buscó algo en el bolso negro y lo hizo allí
mismo: les disparó tres veces, una bala para cada una, tres balazos
en los tres corazones: las dos peluqueras y la encargada se
desplomaron y se desangraron en el suelo de la peluquería, entre
pelos cortados y peines, en esa peluquería que sólo querían chicas
guapas y rubias para un corte de pelo y una sesión fotográfica.
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