Aunque
trabajaban lo indecible, buscaban toda clase de motivos y pretextos
para decir otra vez no, no, "gracias, preferimos no hacerlo",
decían los padres, o "prefiero escribir unos poemas y no
venderlos", decía la hija, o "prefiero más plantar un
rosal que comprar rosas cortadas", argumentaba el hijo.
Así
pues, los miembros de aquella familia eran cada vez más rechazados y
nadie hablaba con ellos.
Por
eso, mediante maledicencias y falsas acusaciones, fueron declarados
indeseables por su insoportable falta de pretensiones, y los expulsaron
de la comunidad.
Nadie
entendía, pues, que los miembros de aquella familia, con dos hijos
poetas, no quisieran participar en el próspero y lucrativo negocio
de la usura de cada día.
Era un escándalo tener que ver y
soportar cómo se negaban a subir de categoría en la escala social
de la comunidad, donde algunos se hicieron famosos y ricos con el
tráfico y la manipulación de la basura, de la basura del lugar, con rosas marchitas y libros rotos arrojados a las papeleras .
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