Tanto, que ya no se fía, dice, de la policía catalana (Mossos d'Esquadra), y prefiere que la policía nacional española, dirigida por el ministro del Interior de su propio partido, se cuide de protegerla y guardar todos sus secretos bajo llave, sobre todo la famosa cinta grabada por los detectives que ponían micros en los floreros de las mesas del restaurante (ya conocido como "restaurante de los sospechosos", dice uno de los vecinos), cinta que no debe ser escuchada ni divulgada por nadie, según sentencia firme del juez.
Y muchos del barrio se preguntan ya: ¿Qué periódico será el primero en publicarla en el momento más oportuno para los intereses de la empresa periodística?
¿Que dirá, esta cinta, de pecaminoso y terrible, tanto y tan abundante que no debe ser divulgada ni escuchada por ningún ser vivo de este planeta?
Es sólo cuestión de tiempo y saldremos de dudas, dice otro vecino.
Pero igual se trata, al final, de una inmensa tontería grabada de confesiones vulgares y sentimentales, peleas de vecinos, regalos extramatrimoniales de bisutería, de poca monta, y se reduce todo a un asunto banal de exnovias despechadas que buscan consuelo, seguridad y baile en el club de otro partido político. A todos nos gusta la fiesta, ¿a quién no?, y hoy Barcelona es una fiesta política abierta a todos los rumores, corrupciones, sospechas y calumnias, dice el agente de seguros y pompas fúnebres del barrio.
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