Dijo que había aprendido las reglas del juego y que ya estaba preparado y bien dispuesto para jugar.
Al cabo de un tiempo, descubrió que las cartas estaban marcadas, se irritó y rompió la baraja.
Le dijeron que no actuaba correctamente, puesto que uno de los principios fundamentales del juego, aunque no estaba escrito, era que se jugaba siempre con las cartas marcadas.
Él rechazó este principio y reglamentó las nuevas reglas del juego, sin cartas marcadas (aunque le sorprendió la pasividad y la sonrisa benévola con que los otros jugadores aceptaban las nuevas medidas).
Compró una baraja nueva de cartas y volvieron a jugar, según las nuevas reglas del juego.
Pero, pasados unos días, vio que las cartas ya estaban otra vez marcadas y que los otros jugadores sonreían.
Fue entonces cuando comprendió que era el juego constante, el abuso del juego lo que las marcaba. Era el propio uso y manipulación de las cartas al jugar lo que las señalaba, lo que las arrugaba y las manchaba y las convertía en cartas marcadas.
El problema, pues, no estaba en las reglas escritas del juego ni en la baraja, sino en el uso y abuso que los jugadores hacían de las cartas: éste era aquel principio fundamental no escrito, no reglamentado, del juego con las cartas marcadas.
1 comentario:
A Luis Nadal, Fernández Darío, Julie Hermoso y 3 personas más les gusta esto.
Fernández Darío: Pobre magret (de pato) que no sabía, que las cartas se marcan con la uña. Porque no hay como meter la uña para ganar un juego aunque se sea bergantín que no bergante. Menudas partidas que jugaban en El Congreso.
Hace 19 horas · Me gusta
Lurdes Fidalgo: Uma bela descrição do nosso panorama partidário!
Ver traducción
Hace 15 horas · Me gusta
Publicar un comentario