"UNA, GRANDE Y LIBRE", DECÍAN LAS EMISORAS DE RADIO Y LOS PERIÓDICOS ESPAÑOLES

Me parece que en asuntos políticos y religiosos es difícil compartir los sentimientos y las creencias y las razones de cada uno. Y no sólo es u

na cuestión de fe, ya que influye también donde uno ha nacido, la infancia, la juventud, etc.
Y más si durante estos períodos de tu vida te han impuesto banderas e himnos extraños, símbolos ajeno que es imposible sentir sin temor.
¿Cómo se explica, si no, que unas banderas e himnos de un país, sus colores o las letras de sus canciones patrióticas molestaran más a la vista y al oído que los de la tierra natal, que ni siquiera se podían ver o cantar?
Uno puede criticar lo propio de su tierra, incluso parodiar sus símbolos, esto también es sano, pero lo haremos sin aquel miedo, sin aquel temor que imponía la dictadura franquista, que era, no lo olvidemos, una dictadura a la española, con todos los atributos típicamente españoles destruyendo (intentando destruir) lo que era natural de otra tierra, de otro país.

Si te reprimen lo propio con violencia, lo que te es natural, surge el temor y la indiferencia a ese mismo poder que te reprime, que te paraliza, y uno empieza a vivir en un mundo que le es ajeno, se siente desnaturalizado y, en consecuencia, crece el sentimiento de sentirse extranjero en todas partes y, al mismo tiempo, crece también la necesidad y la voluntad de querer recuperar lo que se sabe o se intuye que era propio y natural de uno mismo, de su tierra.
Estimamos mucho, por ejemplo, la poesía, la novela y la pintura españolas, los clásicos castellanos y modernos, el cante jondo, etc., pero no será fácil olvidar que durante décadas estuvo prohibida la cultura catalana y, por ejemplo, no podíamos leer, ni en clase ni en la calle, a los poetas catalanes, a los clásicos catalanes, todo aquello que se expresaba en catalán, salvo las sardanas (sin texto, como es lógico) y el grito de "Barça!" en el estadio, una condescendencia de la dictadura al grito primitivo de la masa y el deporte.
Y con esto mencionamos sólo uno de los muchos ejemplos graves de lo que sucedía culturalmente.

Es decir, además de la represión política y cultural, que ya sabemos que sufría toda España, en Catalunya tuvimos un plus, el privilegio de otra represión: la mudez, la destrucción de las palabras, por el sólo hecho de ser pronunciadas en catalán (esto no era unas cuestión de izquierdas o derechas), de tal modo que estuvimos a punto de quedarnos "mudos", sin lengua, realmente lo que se dice sin lengua, y muchos crecimos con la lengua natal atrofiada, ignorantes de nuestra propia cultura, de nuestro pasado histórico, educativo, científico, literario, político, social, niños y jóvenes ignorantes de lo que habían sido nuestros antepasados e incluso nuestros familiares, ya que a menudo también ellos escondían su pasado catalán por miedo y hablaban en castellano en la calle e incluso algunos en su propia casa (y no sólo por costumbre familiar, como en otros casos).
Todo esto -era inevitable-, creó una zanja profunda de temores e indiferencia a los símbolos patrios de España, lo que se dice un caldo de cultivo y una distancia inmensa, infranqueable, respecto a lo español y sus símbolos. No podíamos sentir como propios aquellos símbolos que venían de España y que nos eran impuestos con toda clase de represiones, de agresiones verbales, psicológicas, físicas.
Esperemos que un día se puedan comprender las causas de esta distancia y su educación sentimental, como diría Manuel Vázquez Montalbán, también escritor catalán que escribía en castellano.