Con Eurovegas llegó el escándalo, podríamos decir parodiando un famoso título de película.
Se rumorea que incluso Obama, asustado ante la reacción puritana española y catalana, podría estar estudiando la posibilidad de "enderrocar" (en catalán, derribar) la ciudad de Las Vegas, aunque parece que esto se trata de un chisme más del bromista del barrio.
Ahora somos católicos y virginales, de la brigada antivicio, después de haber soportado durante décadas la prostitución anunciada por los periódicos españoles (destancando en esta labor pedagógica y muy explícita "La Vanguardia", como todos saben). Pero cardenales y obispos, unidos con la liga puritana de políticos y tertulianos, nos quieren vírgenes, lejos de Eurovegas.
Pero a Las Vegas, ¿no van también de vacaciones las familias, los matrimonios y los recién casados?
Quienes han ido, aseguran que no hay prostitución callejera como en Barcelona y Madrid, ciudades ejemplares y limpias de delincuencia, drogas y corrupción, como todos sabemos.
Pero nos quieren puros y vírgenes, recios, como decía el fundador del Opus Dei. Nosotros, los ciudadanos, en casa, y ellos, los consejeros y paladines de nuestra virginidad, a Eurovegas y Las Vegas a gastarse lo que no es suyo. Nada nuevo bajo el sol de España.
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