Cuentan de un lugar donde se propuso, además del voluntariado poético ya existente desde tiempos inmemoriales (el de los ciudadanos poetas que escriben, recitan o cantan para otros), organizar también un voluntariado político y banquero ( el de los ciudadanos que administran la escasa fortuna de los otros)
Y que todos ellos se ganarían la vida trabajando media jornada en otro sitio, en el campo, en la escuela, en la oficina, etc., dedicando el resto de la jornada al voluntariado de esas labores poéticas y políticas.
Pero dicen también que nadie se presentó voluntario para llevar a cabo este proyecto de servicio público desinteresado, excepto los poetas, ya habituados a esas tareas, y algunos jóvenes y jubilados que bajaron a los suburbios y colaboraron con los centros asistenciales y benéficos de los barrios.
Por lo demás, todos esperando a Godot, como diría Samuel Beckett, el Godot que nunca llega.
El suplente del cronista
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