jueves, 10 de febrero de 2022

SE LLAMABA MODESTA

Foto: J.X.

Se llamaba Modesta, y era una vagabunda italiana que una noche se desmayó y murió en la calle, más sola y abandonada que nunca, por ir dejada y sucia de cuerpo, como han muerto otros vagabundos.

Los servicios de asistencia pública (ambulancias, etc.), no quisieron recogerla y la dejaron ahí tirada, en la calle, como un “fardo de suciedad”, que sólo podía ser recogida y trasladada por un camión de la basura, dijeron algunos.

Al hacerle la autopsia la lavaron de los pies a la cabeza con agua enjabonada y otros líquidos, mediante una manguera.

Seguramente, como hacen con los cadáveres de otros vagabundos, acabó en la fosa común o, tal vez, en una clase práctica de anatomía donde te diseccionan el cuerpo para que lo estudien los futuros médicos. La inutilidad de una vida, de un cuerpo vagabundo e inútil y rechazado por la sociedad, ahora podría ser estudiado, analizado e incluso digno de ser conservado para posteriores lecciones de anatomía, valorando clínicamente todas las partes del cuerpo, de arriba abajo... 

Pero nadie pudo ver el alma, limpia, transparente, que se escapaba de los instrumentos quirúrgicos por un agujero del cuerpo, un alma que no había sido lavada por las manos profanadoras de los hombres.

Por las noches, en algunas papeleras arden las últimas palabras desesperadas escritas en papeles manchados. Son cenizas de palabras que aún sangran cuando son arrojadas al vertedero.


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