Fotografía, Janet Xirgu: Escultura (de la exposición de Beneyto en el Museu de l'Abadia de Montserrat)
Después del combate, con empate técnico, las zapatillas del boxeador, con el pie cambiado, dudando, se levantan de la lona y salen del hospital por tercera vez, pisando la dudosa luz del día, ¿de quién son los zapatillas, de quién los pies?, ¿acaso de un boxeador que tiene pies de espadachín, o de un bailarín que tiene guantes de boxeador, peso pluma, que boxea con las mariposas?
Sale así, alargando el brazo, el pie como desprevenido, andando al azar, con el paso cambiado, después de empatar con el contrario, dicen unos. Pero ¿quién era el contrario?, preguntan otros.
Sale así, alargando el brazo, el pie como desprevenido, andando al azar, con el paso cambiado, después de empatar con el contrario, dicen unos. Pero ¿quién era el contrario?, preguntan otros.
Unos dicen que se llama Ictus, el adversario. Y el otro, un espadachín, quizá un boxeador con zapatillas de bailarín, ¿cómo se llama?
No, que empieza por B, dijeron otros.
Se abrieron las puertas, con dificultad; primero una, la de abajo, de madera fortificada, pesada, pintada con figuras de perfil, goteando sobre graffitis; luego, la otra puerta, la de arriba... Zapatillas, pies, que habían llegado al barrio, dudando, siguiendo el itinerario de una Guía Urbana de Barcelona, de 1970, editada para perplejos.
En casa lo estaban esperando. La luz parpadeaba, dudaba aún entre las sombras: ya salían a recibirle figuras, marcos vacíos y marcos cubiertos de pintura, telas pintadas en el pasillo, una tela blanca en un rincón, otra tela blanca con dos hormigas que suben y bajan por el bastidor, maniquíes disfrazados, pintados, también con el pie cambiado y apuntando al azar, fotografías, libros rasgados con dibujos, lápices gastados, cuadernos vírgenes, un bastón de Cardona Torrandell con empuñadura de hierro (cabeza aguileña de animal mitológico, puntiaguda, temible)..., y llaves, las llaves que van de una mano a otra contando historias secretas. Todos pillados con el paso cambiado.
Juegos de llaves: llaves nocturnas, que cierran, y llaves diurnas, que abren, pero que no siempre abren a tiempo el cofre mágico, la puerta de ese cuento que los vecinos principales no quieren que se abra ni se cuente a destiempo, fuera de horas, cuando llegan los poetas y el ascensor se estropea, con poeta visual dentro, aprisionado*. El cuento que tiene unas hojas medio rotas, medio pintadas, las hojas del final, y que por eso nos sabremos cómo acaba, cómo finaliza el cuento, después de abrir la puerta que no se quiere abrir. Subiendo y bajando con el paso, con el pie cambiado.
Y las manos y las palabras acechando, dispuestas a organizar el abecedario, la vida del pie cambiado, que tropieza con la pata de la mesa y la punta de la otra realidad. El abecedario, otra vez, vuelta a empezar. Unas palabras que recitan el abecedario, la vida por orden alfabético. Y otras palabras que dictan otro abecedario, otro orden alfabético. Un plato al fondo, sobre la mesa, con rodaballo guisado por otro poeta.**
Todas las palabras, todas las letras del abecedario, unas y otras, buscando organizar de nuevo la realidad, por segunda, por tercera vez. Unas palabras que se imponen sobre otras, hay unas que dominan, hay otras que se retiran. Todas, sin embargo, intentando modificar la conducta de la realidad, unas señalando la luz, otras destacando la sombra, y aun otras en silencio, dudando, no apagándose, sino dudando de sí mismas, de las propias palabras, con el pie cambiado, balbuciendo en el laberinto de los demás. Y, entre las palabras, en una esquina del laberinto, un nombre que se insinúa, un apellido que se forma, un enigma que se descifra: Beneyto.
Con B de Beneyto, en casa, en la calle, arriba, abajo, rodeado de monstruos de aquí, que atraviesan las paredes y todo lo oyen; musas que insinúan algo, no sabemos qué; y espectros que vienen de allá, del edificio de enfrente, que ocupan la casa y se esconden debajo de la mesa. la misma mesa con la que, en el comienzo de este cuento, tropezaba el zapato, el paso cambiado, el pie de aquí y el pie de allá.
Con A y B de otro abecedario***, con el pie cambiado, antes, ahora, después, siempre, con dos zapatos de color y un pie pisando el azar, la dudosa luz del día, con el paso cambiado, entre las musas del laberinto.
Con A y B de otro abecedario***, con el pie cambiado, antes, ahora, después, siempre, con dos zapatos de color y un pie pisando el azar, la dudosa luz del día, con el paso cambiado, entre las musas del laberinto.
*Dato objetivo: Jaime D. Parra, encerrado en el ascensor por avería, y los vecinos protestando contra los poetas, que estropean siempre los ascensores!, exclaman.
**Dato objetivo: Francesc Cornadó.
**Dato objetivo: Francesc Cornadó.
15 comentarios:
Bella crónica. Poesía, el mejor antídoto contra cualquier enfermedad.
Hay cosas herméticas en este texto, parece surrealista.
¡Vaya pájaros estos poetas, y sus musas, otras qué tal!
Dice bien la vacuna antipoética: éstos, los de este cuento, no pueden dejar de ser poetas o artistas ni estando enfermos!
Los poetas son fingidores, ya lo decía Fernando Pessoa, ¿no?
fingir
Del lat. fingĕre.
1. tr. Dar a entender algo que no es cierto. U. t. c. prnl.
2. tr. Dar existencia ideal a lo que realmente no la tiene. U. t. c. prnl.
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¡Pues anda que los políticos y los del Vaticano Español, no fingen ni ná!
¡Olé la gracia,
que hoy se constituye el Parlament
y canta la libertad
contra la intolerancia!
Represión política e intolerancia.
La represión política es en ocasiones sinónimo de discriminación e intolerancia política, ideológica, religiosa y social. Esta intolerancia se manifiesta mediante políticas discriminatorias, violación de los derechos humanos, brutalidad policial, prisión, exterminio , exilio, extorsión, depuración, terrorismo, asesinato extrajudicial, ejecución sumaria, tortura, desaparición forzada y otros castigos contra activistas políticos, disidentes y población en general.
Si mezclamos política y poesía, acabaremos todos mal.
Y si la política no se hace poesía, sino porquería, acabaremos, no mal, sino peor: con los huesos rotos.
Como escribía Molière, "El médico a palos". Poetas a palos.
Dése la poesía sin lactosa, natural, fresca, como en este cuento, como en estos cuadros postistas.
Postismo.
De post- e ismo.
1. m. Movimiento artístico y literario surgido en España a mediados del siglo XX que prolonga algunos aspectos de las vanguardias.
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