Foto: J.X.
No
hablaremos de ternura, ni de malentendidos, ni de separaciones y
reencuentros.
Era
secreto de confesión..., que él, en su juventud, pudo sobrevivir gracias al amor de ella, porque él no
quería a nadie y había intentado suicidarse.
Era
secreto de confesión..., que,
años más tarde, llegó a amarla de un modo que hubiera dado
la vida por ella.
Era
secreto de confesión..., que
esa necesidad de morir por ella sería desde entonces su modo de
amar. Como una mística amorosa.
Ella,
sin embargo, a la hora de la verdad, no pudo sobrevivir.
Al
ser vencida por la muerte, él perdió el sustento más fuerte y
auténtico: el amor de ella.
Fue en vano, pues, el afán de
sacrificio de él. Sobrevivió el amor débil, el suyo, que no pudo sostener ni el
cuerpo ni el alma de ella. Un amor sin fin, un amor inútil. Un charco en el bosque con restos de alma.
Intentó
suicidarse. Pero esta vez no lo hizo en la habitación de su casa,
como cuando era adolescente. Fue un acto más siniestro y
sorprendente, que muchos no se explican aún: lo hallaron tendido en
el cementerio, sin sentido, junto al nicho de ella, con
varios frascos de píldoras y un ramo de flores deshecho alrededor del cuerpo, vivo aún.
Sobrevivió, sin poder sacrificarse por amor.
Era descorazonador ver al pobre amante con los brazos extendidos, palpando el vacío que lo acompañaba a todas partes.
Ponía el corazón triste verlo andar calle arriba, calle abajo, arrastrando los pies, como si fuera un payaso con la cruz a cuestas, a quien van a crucificar al lado de un artesano callejero del cuero, italiano, sin papeles (Giuseppe), y de una vendedora ambulante, también artesana (Judith), sin permiso para vender, que llevaba de un mercado a otro una mochila cargada de álbumes, libros en blanco, porta-fotos y carpetas hechas a mano.
Una araña teje flores de tela para los vivos que visitan a los muertos.
La
infancia corretea entre las palmeras, con una pierna enyesada, cuando quedaban lejos los eucaliptos de la estación del tren, cuyos troncos jaspeados ella admiraba, y más lejos todavía
los cipreses del mar.