

Aideed Abdirahman- Haradhere (Somalia).
Haradhere, la ciudad de los piratas, es una orgía de dinero, balazos y sexo.
El periodista llega, en plena celebración, al mismo hotel ruinoso en el que se alojaron sus compañeros unos días antes.
En este pueblo de 6.000 habitantes, todos los locales están abiertos, sin hora de cierre. Tras el botín de los españoles, ese maná caído del cielo, los tenderos hacen su agosto.
"Ayer hubo ocho bodas, todas de piratas", nos cuenta el dueño del hotel, el único lugar donde alquilan habitaciones a los extranjeros.
Nota
Así en "1984", como en 2009: "Veo todo lo que haces, y escucho todo lo que dices". Muchos no comprenden que la vigilancia social y política sólo se ejerce por nuestro propio bien: la paz social, la felicidad particular.
Para vida privada e intimidades, ya vendrán otros tiempos mejores. De momento, la granja está así, como en 1984, donde todos los animales son iguales (pero unos más que otros).
El suplente del cronista
Yo creo en el uso del ruido; dondequiera que estemos, lo que escuchamos es, en su mayor parte, ruido. Cuando lo ignoramos, nos perturba. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante.
El sonido de un camión a 50 millas por hora. Los rudios parasitarios entre una emisora de radio y otra. La lluvia. Queremos capturar y controlar esos sonidos, para usarlos no como efectos sonoros, sino como instrumentos musicales. Todo estudio cinematográfico tiene una biblioteca de "efectos de sonido" grabados en celuloide. Con un fonógrafo de celuloide ahora es posible controlar la amplitud y la frecuencia de cada uno de estos sonidos y de darles ritmos dentro o fuera del alcance de la imaginación. Provistos de cuatro fonógrafos de celuloide, podemos componer y ejecutar un cuarteto para motor a explosión, viento, latidos de corazón y avalanchas. Para hacer música.
Si esta palabra, música, se considera sagrada y reservada para los instrumentos de los siglos XVIII y XIX, podemos substituirla por un termino más significativo: organización del sonido.
Va a continuar e incrementarse hasta que lleguemos a una música producida a través de la ayuda de instrumentos electrónicos.
(El futuro de la música: Credo, 1937)
El suplente del cronista