Faltan
algunos en la foto de la manifestación en la Plaza de Colón, dice
alguien en el bar.
No,
no, los que tú quieres decir no están aquí ni están a favor de
toda esta involución, aunque hayan votado como ellos por estrategia
propia, que nada tiene que ver con todos esos proyectos retrógrados,
responde otro.
Mejor,
oigan, que no queremos hacer un mal revoltillo con esos separatistas,
advierte la cuñada del dentista.
Mesas
separadas y cada uno con su paella, añade la vecina taxista.
Ah,
en río revuelto, ganancia de pescadores, apunta la hermana del
informático.
Quien
mal anda, mal acaba, sentencia la vidente.
Si
pides imposibles a la luna, perderás la cosecha de la tierra y te
ahogarás en un charco, comenta una vecina que traduce poesía china.
Ya
veremos cómo salimos del laberinto, dice la dueña del bar.
¿Acaso nadando a la deriva y sin flotadores?, pregunta la nieta del anarquista.
¿Acaso nadando a la deriva y sin flotadores?, pregunta la nieta del anarquista.
Pero
con dignidad, que los principios no se venden a cambio de dinero...,
dice la sobrina de la peluquera.
Ah,
todos naufragando, pero con dignidad y tocando el violín, como el
capitán del Titanic, añade el poeta romántico del barrio.
¡Caramba,
esto de pone feo, sálvese quien pueda, mujeres, niños y poetas
primero!, exclama el humorista.
¡Oiga,
no calumnie a los poetas, que somos caballeros de honor!, contesta el
poeta.
¡Cómo
dice!, ¿caballos o caballeros?, bromea la hija de la
bibliotecaria.
Esto es la ceremonia de la confusión, dice el periodista en paro.
¿Ahora se entera?, replica el politólogo.
Esto es la ceremonia de la confusión, dice el periodista en paro.
¿Ahora se entera?, replica el politólogo.
Habrá
que rezar a la Virgen de los Imposibles, recomienda la dueña del
bar.
Los
jueves, milagro, una película de Berlanga, recuerda la vidente
del barrio.