Foto: J.X.
“¿Dónde
te escondes?”, resuena una pregunta en el bosque.
Es
él quien pregunta y camina por el bosque, paso a paso. En busca de
alguna palabra grabada en las piedras, o a ver si descubre la memoria
de un olor conocido entre los pétalos de las flores.
Hay
amores póstumos, que no son en absoluto amores muertos, sino
aquellos que van más allá de la vida y sobreviven a la muerte. Un
amor que, sin embargo, y a beneficio del espíritu, puede malgastar
el cuerpo tanto o más que un amor entre los vivos. Cuando es así,
entonces, el cuerpo cae a tierra, exhausto, bajo el peso del espíritu
de ese amor póstumo.
Sigue
escribiendo, aunque tropieces con las palabras que dificultan el
camino, como si fueran piedras que, al levantarlas, ocultan debajo un nido de escorpiones.
Aunque
pienses que tal vez (dudando siempre), tal vez hubiera sido mejor no
conocer la bondad y la belleza, y tener que perderlas.
Un grito en la niebla. Un lamento. En la niebla. Después, el silencio. Cuánta soledad en este silencio.