Foto: J.X.
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Se
arrastraba por las calles como haciendo una imitación del vía
crucis, mientras proclamaba: “Soportamos el peso del trabajo de los
vivos, pero, bajo nuestra piel viva, nos substancia el trabajo de los
muertos. La piel viva, a su vez, nutre a la piel muerta que se
oculta debajo de ella, como si, en ese arrastrarse por la tierra, en
ese contacto mutuo de la piel -la piel viva y la piel muerta-,
tuviera lugar un misterioso intercambio amoroso. Aquellos
que me escuchan, ni lo saben ni lo entenderán, pero sí, estoy
enamorado de una novia muerta. Un
ramo de flores atado, que se va desliando, sobrenada en el agua turbia, fangosa, de la charca de un sendero, cubriéndola de instantes de
amor sin nombre. Una rana ensaya un canto entre los pétalos. De
nada te sirve dormir y refugiarte en el sueño, cuando el sueño no
es más que la deformación, la variación del desastre. Al
final del sendero, en el jardín secreto, brota una flor que perfuma
a la novia muerta. Dentro de ti, se ramifica la misma flor y se
deshoja. Cada pétalo deshojado, abre y cierra las heridas por la
novia muerta. Sin flor, se nutre el tallo espinoso dentro de ti,
para que broten más flores para la novia muerta. La sangre no se
reseca. Querer en el vacío del desquerer, sin formas de amor, sin
formas. Pero con sangre amorosa. En el vacío, y sin embargo querer,
y sin embargo quererte... Hágame
un ramo con estas flores..., sí, está bien, gracias... También las
flores, al estar en tus manos, presienten el peso que llevas dentro.
Son flores vivas aún, aunque ya cortadas, pero forman un pequeño
ramo en tus manos que te ayuda a sobrellevar el peso de la muerte. Flores
vivas, olorosas aún, que participan en la ausencia, marchitándose
lentamente y ofreciendo su aroma último a la novia muerta, como en
sacrificio amoroso. Son flores para la muerte, que perfuman la
destrucción y rescatan su nombre, la rescatan a ella del secuestro
del vacío y dicen su nombre, tu nombre, otra vez. Flores
marchitas que introducen su aroma en tus huesos... no escribo: huesos
agujereados, pelados... déjame algo, un resto de amor, un resto de
huesos amparados con pétalos y trozos de mi piel.”