Foto: J.X.
Desnutrido de cuerpo y alma, daría de comer a los cerdos tirando su propio corazón a la pocilga. Con palabras calcinadas al fondo de la olla, a modo de condimento, justo debajo del corazón arrancado. ¿Dónde estaría mejor su corazón que en el cubo de hojalata de una pocilga, después de hervirlo en un caldero con remolachas, trozos de calabaza y patatas grilladas*? Todo ya bien hervido, bajarían el cubo a la pocilga y darían de comer a los pobres cerdos que ignoran el mal. Esto se preguntaba, mientras entraba otra vez a la tienda de cuchillería, dudando, y pedía a una dependienta el precio de una navaja que había en el escaparate. La hoja parecía resistente y afilada para extraerse el corazón y cortarlo a pedazos como despojos para la olla.
De pronto: aparece una flor en el cubo de los despojos hervidos. ¿Acaso es una señal, un indicio?, ¿una flor dejada por ella -la ausente- para limpiar y rescatar del cubo al corazón podrido?
Si es ella -la ausente- quien dice tu nombre, tal vez toda la belleza, todo el amor del mundo cubrirá el cubo de los despojos, y la insistencia de la flor liberará tu corazón.
Perdidos en la ciudad, perdidos en el bosque, desvalidos.
*Grillarse. (De grillo.) Dicho del trigo, de un tubérculo o de algo similar: entallecer.
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