Foto: J.X.
Que prefiriera el trato de los muertos al de los vivos, no era, decía, por mala educación, ni tampoco por descortesía al mundo, a la vida.
Era, simplemente, por el sosiego espiritual que sentía al tratar con ellos, con los muertos, sin aquellas malas jugadas, aquel juego sucio a que son tan dados los vivos, por naturaleza.
Era más agradable querer a los muertos y regalarles flores. Aunque el ramo hubiera perdido esplendor y entre las flores marchitas hubiera algunas malas hierbas, no despreciaban nunca el esfuerzo de la flor, aquel perfume de flor marchita.
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