Foto: J.X.:
Desvalida,
cuando apenas se sostenía ya en pie,
cuando
a veces el despojo de las entrañas se escapaba piernas abajo,
desolación fecal abajo,
como
lágrimas oscuras que venían de muy adentro y
caían sobre el suelo,
como
raíces avergonzadas de estar sobre tierra y buscan adentrarse por
una grieta de lo profundo,
como
un llanto que huía de la prisión resquebrajada de las entrañas, derrotado
el cuerpo, malherido, derrotada el alma, toda herida,
ambos
extenuados, un alma que ya no podía seguir en el cuerpo,
un
cuerpo que resistía pese a todo, sin saber cómo ni por qué, e
insistía en despertar otro día,
sólo
unos pocos días más, parecía solicitar al alma estremecida,
al
alma extenuada, sin sentido, que ya no quería despertar más, aquí,
en ningún lugar, siendo cuerpo, cuerpo desamparado.
Aquellos
días la tierra estaba despellejada, no había una sola flor, no
había un rincón de luz.
Todo
sangraba, sangraba la culpa, se ramificaba la sangre bajo la tierra
despellejada.
Toda
la culpa, toda la sangre fluyendo en la oscuridad, raíces abajo.
Era
el mundo vacío, el vacío, el silencio último de los párpados cerrados.
El
polvo, las raíces del polvo, todas empapadas en la última sangre.