lunes, 30 de noviembre de 2020

DOS ROSAS BLANCAS PARA EL ABANDONO

 Foto: J.X.

El primer abandono serio fue el típico e inevitable conflicto de juventud: la falta de edad, la desbordada urgencia vital de los veinte años. Se resolvió, a modo de secuela poética, como dice el verso de un poema: “Aquella nuestra noche de pena y perra”.

El segundo abandono, sufrido a otra edad, ya de mayor, y no provocado por las urgencias de la vida, sino por la sombra traidora de la muerte, no ha podido aún convertir la secuela en verso. Ahora parece más arduo, más doloroso, transmutar el abandono, resolverlo en un verso definitivo, que lo fije en el tiempo como un instante de infinito, como un ejercicio breve de eternidad.

Habrá que seguir buscando, no la piedra, sino la palabra filosofal, alquímica, transmutadora del abandono.

Pero, mientras tanto, ahí están, recién puestas y abriéndose en un florero metálico del nicho 1230, la dos rosas blancas de cada sábado para la novia muerta, entregadas por el aprendiz de jardinero que viene de parte del abandono. Con la palabra perfumada, dispuesta entre las dos rosas, aguardando la señal.

domingo, 29 de noviembre de 2020

ACORRALADO POR LA AUSENCIA

J.X.:  

Recorrer calles y calles, andar, andar, cruzar más calles y plazas, y siempre igual, ese toparse siempre con ella, con la ausencia.

Laberintos, kilómetros de ausencia.

La presencia ausente, la más pura ausencia.

Delante, detrás, arriba, abajo, a derecha e izquierda, siempre igual, siempre toparse con la misma ausencia.

La presencia ausente, la presencia de la ausencia.

Todo vacío, todo cargado de ausencia.

Haciendo equilibrios en la cuerda floja, en el hilo de alambre, con un peso de ausencia en cada mano. A los lados, ausencia.

También en los rincones, cantidades, no de sombra y polvo, sino de ausencia.

Por todas partes, ausencia.

Todo vacío, todo ausente.

Ausente ella misma, la ausencia.

Rodeado de ausencia, acorralado por la ausencia.

Sin más destino que la ausencia, el resplandor apagado de la ausencia.


sábado, 28 de noviembre de 2020

ENCUENTRO EN LA CALLE

Foto: J.X.

Andaba despistado por la calle y una voz dice su nombre.

Vuelve la cabeza y se encuentra a sus espaldas, como si fuera un ángel de la guarda, al espíritu borrachín, aquel que bebe alguna que otra cerveza y resbala con la flores.

Le dice que se está demorando mucho, que los días van pasando y no sube como antes, al bosque de los espíritus, a hacerles una visita.

Él se disculpa lo mejor que puede. Le explica la verdad: que anda un tanto perdido, desorientado, y se confunde fácilmente de camino. Ojalá pudiera subir y bajar tan a menudo como antes, hace unos meses, o subir y ya no volver a bajar, que es lo que él quisiera, confiesa.

El espíritu asiente, responde que lo entiende. Va a decir algo más, pero resbala con una flor tirada en el suelo y guarda silencio, intentando mantener el equilibrio en la acera. Instantes después, sorprendido por el resbalón con la flor, dice que hoy no ha bebido todavía ninguna cerveza aquí abajo, como suele hacer cuando baja para ver cómo andan las cosas por aquí, en este lugar de encantamientos poco espirituales, advierte.

Andamos desorientados, todos, las cosas y nosotros, responde él.

Ambos sonríen, se dan un abrazo en el aire, y quedan en verse arriba, muy pronto, en el bosque de los espíritus.


jueves, 26 de noviembre de 2020

EL TRAPO DEL POLVO (“EL DRAP DE LA POLS”)

 Foto: J.X.

En esta ocasión, no lleva el trapo del polvo como amuleto. Se lo ha dejado en casa, colgado de la pared.

Así no puede conjurar el polvo de las profundidades de la tierra y el cielo para que no se le confundan los caminos. Se pierde, se extravía otra vez por un camino de perdición que no conduce a ninguna parte.

Tampoco hay nadie a quien preguntar: ¿Dónde hay una salida, o una entrada al bosque de los espíritus?

Si llevara el trapo del polvo todo sería distinto. Desde que fue a limpiar el polvo de la lápida, se impregnó en sus costuras un resto de polvo de la novia muerta, que ahora le podría iluminar y le indicaría cómo salir de este camino y entrar en otro. Un camino nuevo que le salve de esa esclavitud de la confusión y del dominio de la ausencia.

El trapo para sacar el polvo al desconsuelo.

El drap de la pols per netejar el desconhort.

martes, 24 de noviembre de 2020

EL ASEO Y LA MUERTE

 

Foto: J.X.

Ahora ya no se duchaba como antes, pensando en la visita de la muerte, para que lo hallara bien aseado en cuanto fuera a buscarle y entrara en la habitación, o le llamara por la calle.

Ahora tenía otro aliciente más valioso, aunque fuera una forma de lavarse semejante, e igual de triste. Se aseaba para visitar a la novia muerta y brindar con ella. Mientras estuviera con ella, brindando, escurriría el bulto y la muerte se iría de vacío. Sin embargo, no la temía; es más, a veces era él quien reclamaba su presencia y acabar de una vez con tanta comedia de vida y muerte, con tantas vanas esperanzas. No temía, pues, a la muerte, sino al dolor que a menudo la anuncia a distancia. 

De todos modos, ahora iban a hacer un brindis y para poder celebrarlo era necesario escurrir el bulto a la muerte (y hacerlo con discreción, sin escandalizar a otros visitantes, ni llamar la atención de algún funcionario que podría amonestarles por el tintineo de las copas y por querer revivir un brindis en la Isla II del cementerio). 

La muerte tendría que aguardar otro día, otro momento, para salirse con la suya y llevárselo al polvo más puro, donde dicen que los huesos, aunque pelados de piel, siguen enamorados, y la sangre amorosa no sangra.

lunes, 23 de noviembre de 2020

UN CALLEJÓN SIN SALIDA, RESQUEBRAJADO

 Foto: J.X.

Cayó de rodillas en medio de una calle solitaria, fatigado de ausencia.

El suelo estaba ligeramente mojado. Era una calle que hacía pendiente, limítrofe, casi en las afueras de la ciudad, muy estrecha y húmeda.

En realidad, era un callejón sin salida, lo que se llama un cul-de-sac. Ahí, arrodillado en mitad del callejón, agotado de ausencia, miraba un muro: era la pared resquebrajada que cerraba la calle, detrás de la cual había un resplandor, como si hubiera un lugar de luz al otro lado del muro, de la pared resquebrajada.

Se incorporó. Sintió en la piel las arrugas mojadas de las rodilleras del pantalón.

Se acercó al muro. No pudo escalarlo. Al final de una de las resquebrajaduras, a ras de suelo, había un boquete por el que se podría pasar, pensó. Arrastrándose por el suelo consiguió atravesarlo y salir al otro lado.

Miró, desesperado. El resplandor, ahora, refulgía más allá, tras una hilera de árboles, ya en un campo a las afueras de la ciudad. Anochecía. No se veían casas ni personas por los alrededores. Era un campo desierto, con un resplandor detrás de los árboles que lo iluminaba por un flanco. Se encamino hacía allá, en busca del resplandor, sintiendo aún la humedad en las rodillas.


domingo, 22 de noviembre de 2020

UN SÁBADO DE SOL FRÍO

 Foto: J.X.

Era demasiado pronto. El kiosquero de las flores aún no había llegado.

Arrancó un par de flores del jardín y las escondió en la bolsa.

Hoy, además, llevaba en la bolsa un botellín y las dos copas de cava envueltos en un trapo del polvo para limpiar, antes del brindis, la lápida con los ocho versos de Emily Dickinson, encabezados por una flor. 

En la Isla II (en este cementerio marino hay dos Islas) creía que no había nadie. Había quitado ya el polvo y se disponía a brindar con la novia muerta, cuando, de súbito, apareció una persona. Se fue enseguida. Pero él prefirió esperar y celebrar el brindis unos instantes después. Dio una vuelta por la Isla. Logró descubrir a la cotorra que cantaba en lo alto de un ciprés. Hacía un sol frío. Volvió y brindaron. La cotorra voló hasta otro árbol, el ciprés que estaba justo al lado de donde solían hacer el brindis. Aceptaron su compañía cantora y brindaron los tres juntos.

Cuando salió del camposanto, ya había llegado el kiosquero de las flores. Pero él ya había entregado su flor.

Mientras regresaba a casa en autobús palpó en la bolsa aquel trapo, que tendría sin duda un residuo de polvo de la lápida, a pesar de haberlo sacudido allí mismo, en  la Isla. Abrió la bolsa: con los dedos resiguió los pliegues rugosos del trapo. Uno de los pliegues era más suave, delicado, como si en él se hubiera adherido un resto de polvo de la novia muerta. 

Era un sábado de sol frío.

viernes, 20 de noviembre de 2020

“HACER DE TRIPAS, CORAZÓN”

 Foto: J.X.

Sigue y sigue caminando.

En el camino hay un atajo que lleva al bosque.

Pero no lo ve. Se confunde por otros caminos, y el extravío, la perdición y el dolor se alargan más de la cuenta.

Ni reconsideración ni perdón. No pide tanto. No espera tanto.

¿Habrá, con todo, una tolerancia, como un levantamiento del castigo, al final del camino por el que se ha perdido?

Habiendo ya llegado a una encrucijada del camino de perdición, le sorprende encontrarse con una señalización, con un extraño aviso a la posible salida de esta encrucijada: “Harás de tripas, corazón”.

Nunca se hubiera imaginado toparse un día con una señalización como ésta, con esa expresión popular tan reiterada por las personas mayores en otra época: “Hacer de tripas, corazón”.

Aquí convertida en advertencia que pronostica el futuro: “Harás de tripas, corazón”, dicho aviso viene a decir que el futuro que te espera no será menos cruento que el tiempo presente. Y que el corazón, destrozado por la pena y el castigo, deberá recurrir a las tripas para sostenerse y mantenerse ahí, palpitando pese a todo.

No hay otro modo de continuar avanzando y atravesar la salida del camino de perdición, aunque sea con el corazón dolido, roto, mordisqueado por los espectros, seca la sangre amorosa.


jueves, 19 de noviembre de 2020

LA MANO ALARGADA DE LA TRISTEZA

 Foto: J.X.

La tristeza alarga la mano y lo encuentra por todos los rincones.

No importa dónde se haya acurrucado para reponerse de la larga fatiga de los días más tristes y desolados.

Cuanto más se oculta, peor.

La tristeza, un poco irritada por la demora, pero, aun así, amorosa, alarga todavía más la mano, con astucia inquisitiva. Tiene en cuenta todos los resortes de escapatoria, revisa todas las posibles salidas. Él intenta sortear ese amor constante, perseguidor, calcula nuevas estrategias de huida, pero es en vano.

Ahí está de nuevo, ella, la tristeza. Harta de hacer la buscona, un poco irritada y sin embargo tolerante, alarga más y más la mano amorosa y vuelve a encontrarlo agazapado en un rincón.

“Esta vez tampoco quiero hacerte daño”, le dice. “Sólo vengo a rescatarte del agujero en que te escondes, para devolverte esto, mira, obsérvalo bien, es un objeto perdido de la novia muerta”.

Otras veces sí que la tristeza se muestra menos amable, incluso resentida por esa manera como tiene él de evitarla, ocultándose por los rincones de las casas y de las calles. Entonces, se muestra vengativa, y le arroja encima toda la tristeza del día de hoy y los residuos tristes de los días anteriores.


miércoles, 18 de noviembre de 2020

OTRA PALABRA MÁS

 Foto: J.X.

Una palabra más cada día.

Otra palabra más.

Saber que tienes el refugio de un poema abierto en canal, cuya sangre amorosa no se derrama.

Que día a día puedes acudir a él, refugiarte en él, esconderte dentro de él.

Escribir así, sabiendo que algo te espera, abierto en canal para diseccionarlo palabra a palabra, con sangre amorosa.

Una palabra más, añadida, para continuar adelante, hasta el último día, cuando diga "¡basta!”, la sangre amorosa que no se derrama.

Basta, déjalo ya, y descansa”.


martes, 17 de noviembre de 2020

EL DOBLE Y EL TRIPLE FONDO

 Foto: J.X.

El doble y triple fondo de las palabras.

Agarrarse a una palabra ardiendo. A una palabra que arde.

Debes sostenerte en ella, agárrate como puedas a una punta, a la primera o última sílaba. Agárrate bien. Si no te sueltas de esa punta, podrás llegar a la otra punta, al otro extremo de la palabra. Y matar el tiempo. 

Desde la palabra, agarrado a ella, ahora por los dos extremos, como si fuera una rama fuerte, matarás el tiempo. La rama no se romperá, y si tú resistes, te será dado transformar tus movimientos en el vacío y evitarás la caída o las recaídas.

Ahí agarrado, en los extremos de la palabra como si fuera una rama resistente, podrás convertir los movimientos en ejercicios breves de eternidad, en instantes de eternidad.


lunes, 16 de noviembre de 2020

EL TRIPLE FONDO

Foto: J.X.

El triple fondo de la palabra poética y sus cajones y cerraduras y llaves falsas. Hasta encontrar el resorte que abra el triple fondo de las palabras.

Añadir otra palabra.

Una palabra más, añadirla, en busca de otra palabra y otra y ...

Continuar.

Dolor, soledad.

Dolor y soledad son palabras que continúan el dolor y la soledad, pero no aumentan su peso. Lo extienden en la página, ordenan el peso, lo confirman, lo dejan escrito, añadido, incrustado en el vacío blanco de la página (que la página, por este motivo, pueda incrementar su leve peso según quien lo lea, es otra cuestión).

Un hombre duerme embutido en dos cajas grandes de cartones, arrimado a la columna de unos soportales.


sábado, 14 de noviembre de 2020

UNA CRUZ EN UN ROSTRO GASTADO

Foto: J.X.

Después de entregarle un par de rosas blancas a la novia muerta y brindar con ella, he entrado en un bar y he pedido una cerveza en la barra.

Un hombre me observa desde que he entrado. Se baja la mascarilla. Veo que tiene el rostro gastado, demacrado, y una cicatriz en forma de cruz en el rostro. Se sube la mascarilla. Finalmente, se ha acercado a mí y se ha disculpado por su mal aspecto. No he sabido qué responder y no he dicho nada.

Entonces me ha contado que hace ya unos años que fue crucificado por una memoria sangrante, su memoria, y que por eso tiene estigmas de clavos y espinas clavados en la carne, y esa cruz en el rostro demacrado. Oculta señales dolorosas por todas las partes del cuerpo, me explica, ante mi asombro. Es este tormento de la memoria lo que le da tan mal aspecto, este rostro demacrado, de espectro casi, dice él mismo, una cara marcada por los clavos y las espinas de cada recuerdo, de cada fechoría hecha por él y que guarda en la memoria ensangrentada, que lo crucifica a diario, desde hace tiempo.

Conmovido por su confesión, le he respondido que no debe disculparse por tener mal aspecto, que todos arrastramos alguna cruz de los días más desgraciados y tristes de nuestra vida.

Sonriendo, ha movido la cabeza, como negando mis palabras, y ha señalado (bajándose otra vez la mascarilla y resiguiendo con un dedo la cruz cicatrizada del rostro) que hay cruces y cruces. Unas son más llevaderas que otras, dice, pero la mayoría de ellas no desmejoran el rostro tanto como en su caso, demacrándolo, señalándolo con una cruz.

De pronto, nos hemos quedado los dos en silencio, encogidos, ambos haciendo la señal de la cruz del rostro al pecho, como supersticiosos o suplicantes que ruegan perdón y ayuda a no sabemos quién, arrepentidos, aceptando el dolor, la pena del castigo.

Hemos pedido otra cerveza.

Al cabo de un rato, nos despedimos, pero antes el hombre del rostro demacrado me susurra unas palabras enigmáticas: "Aquella nuestra noche de pena y perro, que se extiende a otros muchos días y muchas noches de pena vagabunda y perro extraviado".

Nos despedimos de nuevo y salgo del bar.

Mientras regreso a casa, inquieto, confundido por aquellas últimas palabras, voy pensando que la pandemia que estamos sufriendo enmascara públicamente el dolor, la soledad de cada individuo que se refleja en el rostro.

La máscara oculta el rostro demacrado del doble confinamiento, el físico y el espiritual.

El dolor, la soledad, no se detienen en los ojos, en la mirada, se derraman hacia lo hondo e impregnan la tierra.

Abajo, más abajo.


jueves, 12 de noviembre de 2020

EL DOBLE FONDO DE LAS PALABRAS

Foto: J.X.

El doble fondo de las palabras.

Una palabra más.

Un ojo más triste que el otro.

El abandono, la ausencia.

En el ojo más triste,

enrojece el abandono en que le ha dejado la novia muerta.

Vemos la forma de las palabras, la apariencia en el ojo.

Pero, ¿cuánto pesa la tristeza, el dolor que hay detrás, en el doble fondo de las palabras?

Porque las palabras son formas que tienen fondo y doble fondo, como los cajones de aquellas mesas en cuyo doble fondo se oculta el enigma, la verdad del caso misterioso.

¿Cuántos gramos pesa una palabra de más o una de menos?

¿Cuánto pesa la ausencia de una palabra, o su presencia?

¿Cuánto pesa la ausencia de unos ojos, de una mirada? 

Añadir cada día una palabra.

El doble fondo. Palabras con doble fondo.


martes, 10 de noviembre de 2020

AL OTRO LADO, ¿DE QUÉ?

 Foto: J.X.

Al otro lado, ¿de qué?

¿De la ausencia?

¿Al otro lado de la ausencia, preguntas?

¿Quiénes se ocultan al otro lado de la ausencia?

¿Unos, inconsolables, desolados que se extravían por los caminos, desesperados, no encuentran sino salidas cerradas?

¿Otros, tal vez nostálgicos, pero con una melancolía esperanzada, sin desistir de encontrar una salida por la puerta de atrás del mundo, y desaparecer disimuladamente, arrimados a la pared, cuando no estén en sus puestos esos vigilantes que van a la caza recompensada de los furtivos de la vida?

¿Y qué decir, sino tristeza y dolor, de aquellos que mueren, viven y vuelven a morir recordando a las novias muertas?

No poder hacer nada, no poder llevar a cabo nada que no sea imitación de recuerdos.

Nada vacío. Sin nada vacío donde poder vivir un instante libremente.

Nada vacío, porque todo está ocupado por la ausencia de la novia muerta o del novio muerto.

Cada una, cada uno, recordando, imitando los momentos de vida del amor muerto.

Al otro lado, ¿la sangre amorosa en el bosque de los espíritus?



lunes, 9 de noviembre de 2020

UN EXTRAÑO AROMA

 Foto: J.X.

Se oye un ligero ruido en la escalera.

Dos o tres pasos que suben y se paran en el rellano de mi casa. Un roce en la puerta, como si llamaran, pero sin querer molestar.

Entreabro la puerta, pero no hay nadie.

Al cerrar, un aroma ha penetrado en casa. Es muy agradable. Sin embargo, abro el balcón y la ventana.

El aroma persiste, permanece en casa, no quiere salir por el balcón ni por la ventana. Persiste, como si quisiera anunciarme algo.

Como si fuese un aviso perfumado que viniera del bosque de los espíritus y me animará a no demorarme, a subir cuanto antes al bosque, para reencontrarme con lo perdido, y recuperar todo lo que se oculta al otro lado de la ausencia.

sábado, 7 de noviembre de 2020

UNA GATA EN MEDIO DEL CAMINO

 Foto: J.X.

Merodeaba por un jardín de la ciudad cuando se interpuso en mi camino una gata de pelo atigrado, con manchas pelirrojas. Me miraba my severa, sin moverse, como si me reprochara algo.

Se parecía mucho a una gata que había tenido la novia muerta, de niña, se llamaba Mariana, a la que tanto quiso y por la que luego tanto sufrió cuando la dieron por desaparecida, después de buscarla día tras día por los alrededores de la casa y del barrio donde vivían.

Cierto que hacía unas semanas que no visitaba a la novia muerta, ni brindábamos con una copa de champán. Escúchame, Mariana, le dije, no me he encontrado bien, y he necesitado unos días para recuperarme e ir a visitarla.

Así intenté decírselo a la gata. Pero ella seguía mirándome con gravedad, parada en medio del camino, desconfiada. Creo que no se conformó con mis explicaciones. Añadí que muy pronto iría a hacerle una visita, probablemente el próximo sábado, le confié a la gata, a la Mariana (volví a repetir su nombre). Entonces, se movió a un lado y me dejó pasar, mirándome de otro modo, con cierta ternura en esa mirada enigmática que seguía mis pasos por el jardín.

Vuelvo la cabeza y le indico a la Mariana, con un gesto de la mano, que mañana subiré al bosque de los espíritus y brindaremos.

viernes, 6 de noviembre de 2020

PEQUEÑOS CONSUELOS

Foto: J.X.

Ésta es la historia de un novio que había sido abandonado..

Entre tanto desconsuelo como sentía en los últimos días, tenía una pequeña manía, un mínimo consuelo. Se aproximaba al corazón cualquiera de los pequeños objetos que tuviera en casa y  lo frotaba con dulzura. Como si, con esta acción, se frotara el corazón con la piel de esos objetos.

Podríamos decir, pues, que eran suyos, de la novia ausente, todos los objetos de la casa. Porque todos sin excepción eran, en realidad, más objetos personales de ella que de él (incluso los personales de él eran más de ella).

¿Por qué esa identificación con los objetos que habían quedado en casa después del abandono?, se preguntaban algunos.

Quienes se preguntaban la causa de esta sensación de consuelo, no sabían que las manos de ella habían insuflado en los objetos una vida mágica, mediante el trato y la ternura con que los tocaba para colocarlos aquí o allá, al azar, o bien en un sitio determinado, o simplemente para quitarles el polvo.

Y entonces era como si los volvieran a acariciar aquellas manos de la novia ausente, de la novia muerta.

Toda la tristeza del mundo cabía en un pequeño objeto lleno de ausencia.



martes, 3 de noviembre de 2020

REGRESAR AL BOSQUE

Foto: J.X.

Hay que regresar una y otra vez al bosque de los espíritus, el único lugar desconocido donde hay remansos de sangre amorosa, que, sin derramarse, calma el dolor del cuerpo y el alma -mientras perviva el cuerpo, no se puede permanecer todo el tiempo en el bosque y hay que ir y volver.

El alma en esos remansos del bosque se transformará en espíritu por unos instantes. Serán como ensayos breves de eternidad, mientras perviva el cuerpo.

Algún día, afortunadamente, no será necesario partir del bosque otra vez con el cuerpo renqueante. Podrás permanecer en él para siempre, reconocerás a los otros espíritus, y descubrirás entre la maleza de los árboles las voces y la presencia de las novias muertas y de otros seres queridos.

lunes, 2 de noviembre de 2020

CUANDO UNO DE LOS DOS PÁRPADOS PESTAÑEA MAL

 Foto: J.X.

En la fotografía, tiene el rostro desfigurado, como una hoja de papel deformada, arrugada y abandonada en un rincón del almacén, donde se acumula el polvo de los años, y la ausencia, tanta ausencia.

Es la fotografía de un vecino que tiene en el ojo derecho más tristeza que en el ojo izquierdo, por eso le cuesta pestañear a la vez los dos párpados. Cuando intenta hacerlo, el ojo derecho derrama una gota de desolación por el esfuerzo. Siente la falta de ligereza, el peso de la tristeza en el párpado.

Un silencio agrietado en los labios aumenta la desfiguración del rostro, en la fotografía.