Foto: J.X.
Cada mañana, ocupando siempre la misma esquina del barrio, profetizaba que, entre todos los obstáculos de la vida, sólo permanece aquella emoción que nace del amor libre de cadenas y supersticiones. Pese a todo, pese a la estafa de los mediadores de la vida y la muerte.
“En el amor verdadero hay siempre dolor”, dijo alguien que pasaba por allí.
“Es el precio que hay que pagar por tener un resto de alma”, respondió enseguida el profeta de la esquina.
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