LIBROS PELIGROSOS

¿Libros peligrosos que amenazan seriamente la salud del cuerpo y el espíritu? En la selección que nos ofrece cada semana el diario El País de los artículos del New York Times, destaca uno que informa sobre la polémica que existe en algunas Universidades norteamericanas en torno a la peligrosidad potencial de algunos libros que pueden herir la sensibilidad del lector universitario, peligrosidad que ha sido denunciada por algunos estudiantes de la Univesidad de Rutgers, de New Jersey. En otras Universidades, como en la de California, el consejo de alumnos ha pedido formalmente que se incluya en los libros supuestamente peligrosos una nota de advertencia al usuario universitario. Advertencia, aviso de de peligrosidad que ya se incluye en las cubiertas de algunos libros, entre otros:

El Gran Gatsby, de Scott Fitzgerald

(Advertencia: Puede contener fragmentos de contenido violento y misógino).

Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain

(Advertencia: Puede contener fragmentos de contenido racista).

El Mercader de Venecia, de Shakespeare 

(Advertencia: Puede contener ideas antisemitas).

La señora Dalloway, de Virginia Woolf 

(Advertencia: Puede contener incitación al suicidio). 

Parece ser que algunos profesores y otras voces universitarias de EE.UU han protestado por tales avisos y advertencias presentes en las cubiertas de los libros. Otros, sin embargo, no descartan del todo que un día se cumpla la amenaza, el peligro larvado entre la páginas de algunos libros, como ya nos anunciaba Umberto Eco en El nombre de la rosa. 
Quede así, pues, advertido a los pobres universitarios y a los lectores corrientes.

"Con tanta corrección política, al final no podremos leer ni un cómic, ni un cuento..., ni la Biblia!", se queja la hija de la bibliotecaria. 

"Habrá que avisar al Papa Francisco...", dice la sobrina de la peluquera.
"Vaya con la Biblia!, que está llena de atrocidades en la primera parte, el Antiguo Testamento", interviene la nieta del anarquista.
"Habrá que avisar enseguida al Papa Francisco, que está en todas partes", advierte la dueña del bar.

Nota al margen del poeta romántico del barrio:

El Quijote y Sancho Panza dicen que ya están hartos de que busquen y remuevan sus huesos para mostrarlos a los turistas, embaucados con hueso de muerto.
Miguel de Cervantes sonríe y prepara ya el hatillo y los aparejos de su mula para salir corriendo al galope a otro lugar, cuyo nombre no sabemos, lejos de la venta y el beneficio de los huesos pelados.
Por el camino, un cartel anuncia: "Venga a la marca España y toque hueso de muerto".