Foto: J.X.
La candidez
del primer amor
no suele ser
inofensiva.
A ella y a él,
la ilusión inexperta
del primer amor
los destruyó.
Ella mal sobrevivió
casándose muy pronto
con un hombre torturador.
Él, por su parte,
mal sobrevivió
a un intento de suicidio.
Mucho tiempo después,
ella, ya separada del torturador,
se precipitaba de nuevo
en el dolor de la violencia,
de un hombre a otro,
buscando en vano
restos de aquel primer amor.
Él, pese a toda destrucción,
tuvo la buena suerte gitana
de encontrarse
con una encarnación del amor
que peregrinaba de París a Grecia.
De todos modos,
tal encarnación natural,
no le fue revelada por completo
sino años después,
en tiempo de pobreza y malentendidos,
luego de recaídas constantes
en la barca averiada de la muerte.
Sin embargo, en este caso,
y no es paradoja,
el azar del juego peligroso
apostó a favor del amor.
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