Agarrados a ramas de cerezo,
como en un poema chino,
sopla un viento suave,
la luz cuida el tiempo caído,
se alarga el deseo de vivir,
se reanima el cuerpo,
y
el espíritu se eleva.
Por
ahora,
podemos anunciar,
lisa y llanamente,
que
el azar es favorable.
Aunque el
deseo
se extiende y se encoge,
y se rompe
como el cristal de un instante,
o las ramas florecidas de un cerezo.

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