UN ERROR HISTÓRICO

¿Sabe cuál es el gran error político, estratégico, del gobierno actual del Estado español con respecto al nacionalismo catalán?, pregunta el tendero del barrio.

¿Cuál es, según usted?, pregunta la cuñada del dentista.
Venga, venga, se lo diré en voz baja para que no nos oigan las voces indignadas e insurrectas del bar, advierte el tendero.
Aquí, en esta mesa, lejos de la barra, no nos oye nadie, indica la cuñada del dentista.

Como le decía, el gran error táctico, estratégico, de éste y otros gobiernos del Estado español, de sus amigos, conocidos y servidores fieles, consiste en empecinarse en querer destruir al catalanismo de derechas, creyendo que es el enemigo más peligroso, cuando en realidad éste es el único que podría favorecerles en sus intereses de clase a largo plazo, comenta el tendero del barrio.

¡No me diga!, pero le agradecería que me lo explicara mejor, contesta la cuñada.

Muy simple: no entienden los del gobierno central y sus colaboradores (y éste es su gran error histórico, como diría mi hijo, que tiene una novia marxista) que, al intentar acabar con el nacionalismo catalán de derechas, van a descabezar a los de su propia clase o clase semejante, aunque sean catalanistas. Es decir, provocarían el triunfo aplastante del catalanismo de izquierdas, y éste sí que sería de espíritu revolucionario y republicano. Una vez ya en el poder, los catalanistas de izquierdas estarían ya en condiciones para colaborar con los revolucionarios y republicanos del resto del Estado, ¿no lo entiende?, el efecto contagio. Transformándolo todo de arriba abajo, con el consiguiente perjuicio de las clases conservadoras, las de aquí y las de allá, sigue explicando el tendero del barrio.
¡Pero esto sería una barbaridad, una ruptura radical con lo establecido, en todos los sentidos!, exclama la cuñada del dentista.
¡Por favor, no levante la voz! Exacto, es lo que yo intentaba explicarle: una ruptura radical, como la que no se pudo llevar a cabo durante la transición, que fue un ir “de ley a ley”, es decir, sin romper del todo con la legalidad anterior, ¿comprende? Sería una ruptura radical, a no ser que..., duda, calla el tendero.

Diga, diga, ¿a no ser que...?, interroga la cuñada.
A no ser que..., a no ser que haya una reacción de fuerza y acabe con todos ellos, digámoslo claro, contesta el tendero.

¡La cosa está que arde, pues!, exclama la cuñada.
Por si le interesa, tengo algunas maletas de rebajas, de lo más sólidas y prácticas para viajar lejos, a montañas lejanas y países exóticos, anuncia el tendero del barrio.
Veremos, veremos, no le digo que no, apunta la cuñada del dentista.

Los dos se levantan de la mesa y se aproximan a la barra del bar, donde la sobrina de la peluquera, la nieta del anarquista, el humorista, el poeta romántico y la vidente del barrio cantan “La Internacional”, a cuatro voces (el humorista toca la armónica), cada uno con su acento. El tendero del barrio le guiña el ojo, cómplice, a la cuñada del dentista, ambos compartiendo el secreto histórico. 

Fotografía: securitas.hr