Foto: J.X.
En tiempos y lugares lejanos, hubo una vez un espíritu puro que se corrompió de la cabeza a los pies (era un espíritu puro que tenía cabeza y pies).
Por culpa de esta conversión, de espíritu puro en espíritu impuro, tuvo que esperar a que la muerte cerrara los ojos más abiertos que había visto nunca, para experimentar la segunda conversión y volver a ser un espíritu puro de la cabeza a los pies (de media cintura arriba y de media cintura abajo).
Merodeaba por la calles como un ser extraño entre los llamados humanos, tan ocupados en la ascensión, que eran incapaces de adivinar al espíritu puro que pasaba por su lado, casi rozando las paredes en donde, a medianoche, escribiría párrafos largos como éste.
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