martes, 30 de septiembre de 2025

CRÓNICA FAMILIAR

                                                                   


                                                           Vilanova de l'Aguda

I

En mis prosas y poemas hay fragmentos de la infancia y de la juventud, si bien todo interiorizado y transformado mediante recreaciones.

Hace ya un tiempo que trabajo, literariamente, la sensación de abandono, a pesar de que yo no he sido un niño abandonado. Pero sí que incorporé, bien adentro, el sentimiento de orfandad de mi madre. Sus padres murieron muy jóvenes, y ella, la más pequeña de la familia, debía de tener cinco o seis años. Junto con sus cuatro hermanos, fueron repartidos entre los familiares más próximos. Mi madre no quería hablar mucha de estas cosas, pero su orfandad la llevaba siempre en su mirada, una mirada muy amorosa con su marido, nuestro padre, y con sus dos hijos, mi hermana y yo (su primer hijo murió de pequeño, y no llegué a conocerlo).


II

La niña (mi madre) fue adoptada por la familia de mi padre, unos payeses “benestants” de Vilanova de l'Aguda, un pequeño pueblo situado entre Ponts y Ribelles (de la comarca de La Noguera, Lleida). Esta familia tenía tres hijos, mayores que mi madre, siendo mi padre el hijo mediano (los hermanos menores eran “cabalers”, a diferencia del hijo mayor, que era “l'hereu”). Los tres hermanos recibieron encantados a la niña pequeña, huérfana. Eran “cosins prims”, primos lejanos.


                                          Vilanova de l'Aguda 


Durante la guerra civil, mi padre, cuando fue destinado al frente de Aragón, desertó junto con otros soldados, que huyeron hacia los Pirineos. Mi padre, a causa de una caída, se lesionó una rodilla y no pudo llegar a Andorra. Tuvo que refugiarse en casa de unos parientes que vivían en el Molí de la Vall de l'Ingla, y que tenían también dos hijos desertores. De día se ocultaban en las grutas de los bosques, y de noche volvían a casa, al Molí. Al finalizar la guerra, estuvo en un campo de concentración. Pero como sus padres eran católicos y tenían buena relación con el Obispado de Solsona, pronto fue liberado y volvió a la “casa pairal” de Vilanova de l'Aguda, y al cabo de poco ya se casó con mi madre en la misma iglesia del pueblo. Como eran “cosins prims” (primos lejanos), tuvieron que casarse con autorización previa de la iglesia.

                                                                 Los padres

III

Antes de la guerra, mis abuelos colocaron a mi padre como aprendiz en los famosos Colmados Simó, de Barcelona, situados en la calle Mayor de Gracia. Era una especie de Colmado-Escuela de Trabajo, donde algunas familias “benestants” llevaban a sus hijos, en régimen de internado, para que se formaran como tenderos, y ponerles, después, una tienda. Pasado el aprendizaje, mis abuelos le compraron a mi padre un colmado en la calle Rosellón, cerca del Paseo de Gracia, que perdió durante la guerra a causa de las expropiaciones y persecuciones a que eran sometidos, en Catalunya y en otras poblaciones de España, propietarios y religiosos.

Otros aprendices, de familias modestas, podían llegar a ser encargados de tiendas famosa, como un compañero de mi padre, que fue el encargado de Casa Massana, situada en la calle Ferran (cerca de la plaza Reial (aún se conserva el letrero, que reproducimos), propiedad de Agustí Massana i Riera, cuyo hijo, Agustí Massana i Pujol, coleccionista de arte, fundó la Escola Massana, Conservatori d'arts i oficis.

                               Casa Massana


IV


                                                                     La "Tieta"

Una “tieta” paterna de mi padre se había casado con un tendero de Barcelona, que tenía una carnicería en la calle Escudellers, Al enviudar, la “tieta” pidió a mi padre si podía ayudarla en la tienda e ir a vivir con ella. Así pues, mis padres al casarse fueron a vivir con la “tieta” en la vivienda de la tienda, es decir, en la trastienda, donde ya nacimos nosotros, sus hijos.

Algunas palabras sobre mi “tieta”, una persona fundamental en mi vida: mi “tieta paterna” tenía la virtud de curar los celos amorosos de los niños, en el comedor de la trastienda, con una imposición de las manos en la cabeza. Lo hacía a cambio de nada, aunque algunas madres le regalaban un ramo de flores, agradecidas por la curación de los celos que padecía el niño o la niña.

Decían que la “tieta”, de niña, ya salvó de la muerte a uno de sus hermanos. No sé. Biografía y leyenda. Lo cierto es que ella, los domingos y otros días de fiesta, celebraba, en el tocador de su habitación, sus propias celebraciones cristianas. Tenía en la mesa de mármol jaspeado del tocador, una imagen de San Pancracio, la Cruz de Caravaca, el Niño Jesús en una camita de madera y paja, un cuadro de la Virgen, etc.

Otro misterio: en un pequeño despacho de la trastienda había una mesita con un cajón secreto que contenía colecciones de cromos y postales, libros eróticos del polémico autor Alfonso Vidal y Planas (cuyo título más famoso fue la novela teatral místico-erótica Santa Isabel de Ceres, publicada en 1922). Asimismo, encontré en el cajón secreto una Historia del Espiritismo, entre otros libros.

Mis padres y algunos familiares consideraban que la “tieta” era una persona alucinada, visionaria, pero yo, con pasión de niño, salía en su defensa: en defensa de la dama ofendida, como si fuera uno de los caballeros de la legendaria Tabla Redonda. Ella era una persona tan delicada y tierna, tan mística, que aquel niño tenía fe en la espiritualidad de la “tieta”, cuyo marido difunto, algunas noches, venía a visitarla y salían juntos a dar un paseo por el pasillo de la trastienda. 

Todo esto lo adiviné y comprendí mucho más tarde, cuando se lo conté a Judith, mi compañera.

                                             
                                                          Judith y Albert
   

            

jueves, 25 de septiembre de 2025

BUSCANDO UNA HABITACIÓN (Tres variaciones sobre el mismo tema)

 Foto: Judith Xifré


  I                                                

Fue de una calle a otra, de tienda en tienda, preguntando si sabían de alguna habitación para pasar la noche. Le respondían que aquel barrio no era turístico, que no encontraría hoteles ni pensiones.

Después de una búsqueda desesperada, inútil, para conseguir una habitación y estar lo más cerca posible de ella durante las noches, regresó al hospital, agotado.

Ella le estaba esperando con los ojos muy abiertos, como indicándole que no buscara más una habitación donde pasar la noche. Había muerto. Le cerró los ojos, le acarició unos instantes el lugar del dolor que la había matado, le dio un beso y avisó a las enfermeras.

No se sabe a qué bosque huyó cuando ella abandonó la habitación, antes de que entraran las enfermeras.

Ramas de hierbabuena e hinojo salieron tras ella, perfumando la huida, el abandono.

En la escalera del hospital, baldosas de hielo incrustadas en las paredes, gotean e impiden la visión a través del hielo.


II                                                 

Cuentan en el barrio que ella se fue, le abandonó, mientras él buscaba una habitación de hotel, hostal o pensión, para estar más cerca de donde ella estaba.

En los bares y tiendas de aquel barrio le dijeron que no sabían de ninguna habitación de alquiler, y añadieron que aquel barrio no era turístico como otros barrios de la ciudad.

Después de buscar en vano aquí y allá, regresó de prisa al lugar donde ella estaba. Subió por la escalera y se detuvo unos segundos en el pasillo. Cuando él entró en la habitación, ella se disponía a salir. Quería irse de allí. Tenía los ojos muy abiertos, como si quisiera decirle que no buscara más casas ni habitaciones. Ya no podrían volver a vivir juntos. Nunca más. Se iba, le abandonaba.

Ella había muerto.

Los dos estaban solos en la habitación del Hospital.

Le cerró los ojos, le dio un beso y avisó a las enfermeras.


 III

Cerró la puerta de la habitación y salió al pasillo del hospital. Las enfermeras le recomendaron que no se quedara a dormir en la misma habitación donde ella se estaba muriendo. En el mismo barrio, cerca del hospital, buscó habitación en un hotel, hostal o pensión. No encontró ninguna. No era un barrio turístico, le dijeron. Quería tomar un café en un bar. Pero no lo hizo. Volvió al hospital. Entró en la habitación y ella estaba con los ojos muy abiertos, como diciéndole que no buscara otra habitación. Le dio un beso y le cerró los ojos.

Éste no fue el final de una historia de amor, en la habitación número 15 de un hospital, sino el comienzo de otra historia amorosa, invocada en el silencio, en el infinito.


lunes, 22 de septiembre de 2025

SOBREVIVIR A LA VIDA MUERTA

 Foto: J.X.


Si no la hubiera conocido,

si ella no le hubiera rescatado

de la muerte del primer amor,

él no habría presentido nunca

el futuro advenimiento del amor.

Un amor enraizado

-purificado el odio del fracaso-,

que, ahora,

la rescata a ella de la muerte

para hacerla vivir,

dentro de él.

Sobreviviendo así, ambos,

a la muerte, a la vida muerta.


jueves, 18 de septiembre de 2025

TENER UN MALVIVIR

 Foto: J.X.



Tenía un malvivir.

Fuera adonde fuera,

viviera donde viviera,

tenia un malvivir.

Es el horror de la vida,

contestaba a quien le preguntaba,

malvivía

el horror de la viva.

Abrir los ojos.

Abrir la boca.

Abrirse al amor.

Abrirse al sexo.

Abrir la fantasía, trocearla,

y ver que no hay nada.

Y de pronto,

el horror.

Envuelto en papel de plata.

Rasgas

el papel de plata.

El horror y las flores marchitas.

El horror, y el silencio,

en el jardín abandonado.

El horror, y escribirlo,

que te salva del horror de la vida,

respondía cuando alguien le preguntaba

por qué escribía cuentos

o un poema tras otro,

hasta caer exhausto,

malviviendo,

malviviendo tanto.


viernes, 12 de septiembre de 2025

DE UN EXTREMO A OTRO DE LA CALLE

 Foto: J.X.


El abandonado llegó

a un extremo de la calle

cerrada por un muro.

Al otro extremo de la calle,

se desnudaba un cuerpo.

En mitad del muro,

había una puerta tapiada.

El abandonado,

trepando por las ramas de un álamo

se subió al muro,

y se dejó caer, de espaldas,

al otro lado.

El cuerpo, que ya se había desnudado,

nada pudo hacer,

desde el otro extremo,

para evitar la caída.


domingo, 7 de septiembre de 2025

BALADAS

 Foto: J.X.



Edición digital y precaria de la obra inacabada Las baladas de la novia muerta, que se compone hasta ahora de seis baladas, formando un libro cada balada.





MODO DE DAR VIDA

 Foto: J.X.


Aunque tus palabras y nuestros cuerpos

no se puedan rozar entre sí,

tengo tu muerte,

tan enraizada,

que te hago vivir un día y otro

dentro de mí.

Aunque a veces me distraigan

las formas cotidianas de la vida,

nunca puedo olvidarte,

y sé que, viviendo tu muerte,

te hago vivir

dentro de mí.

Siempre te busco

y te encuentro aquí, dentro de mí,

los dos esperándonos 

en la misma esquina.

De este modo

podemos estar juntos

otra vez, otra vez.