jueves, 25 de septiembre de 2025

BUSCANDO UNA HABITACIÓN (Tres variaciones sobre el mismo tema)

 Foto: Judith Xifré


  I                                                

Fue de una calle a otra, de tienda en tienda, preguntando si sabían de alguna habitación para pasar la noche. Le respondían que aquel barrio no era turístico, que no encontraría hoteles ni pensiones.

Después de una búsqueda desesperada, inútil, para conseguir una habitación y estar lo más cerca posible de ella durante las noches, regresó al hospital, agotado.

Ella le estaba esperando con los ojos muy abiertos, como indicándole que no buscara más una habitación donde pasar la noche. Había muerto. Le cerró los ojos, le acarició unos instantes el lugar del dolor que la había matado, le dio un beso y avisó a las enfermeras.

No se sabe a qué bosque huyó cuando ella abandonó la habitación, antes de que entraran las enfermeras.

Ramas de hierbabuena e hinojo salieron tras ella, perfumando la huida, el abandono.

En la escalera del hospital, baldosas de hielo incrustadas en las paredes, gotean e impiden la visión a través del hielo.


II                                                 

Cuentan en el barrio que ella se fue, le abandonó, mientras él buscaba una habitación de hotel, hostal o pensión, para estar más cerca de donde ella estaba.

En los bares y tiendas de aquel barrio le dijeron que no sabían de ninguna habitación de alquiler, y añadieron que aquel barrio no era turístico como otros barrios de la ciudad.

Después de buscar en vano aquí y allá, regresó de prisa al lugar donde ella estaba. Subió por la escalera y se detuvo unos segundos en el pasillo. Cuando él entró en la habitación, ella se disponía a salir. Quería irse de allí. Tenía los ojos muy abiertos, como si quisiera decirle que no buscara más casas ni habitaciones. Ya no podrían volver a vivir juntos. Nunca más. Se iba, le abandonaba.

Ella había muerto.

Los dos estaban solos en la habitación del Hospital.

Le cerró los ojos, le dio un beso y avisó a las enfermeras.


 III

Cerró la puerta de la habitación y salió al pasillo del hospital. Las enfermeras le recomendaron que no se quedara a dormir en la misma habitación donde ella se estaba muriendo. En el mismo barrio, cerca del hospital, buscó habitación en un hotel, hostal o pensión. No encontró ninguna. No era un barrio turístico, le dijeron. Quería tomar una cerveza. Pero no lo hizo. Volvió al hospital. Entró en la habitación y ella estaba con los ojos muy abiertos, como diciéndole que no buscara otra habitación. Le dio un beso y le cerró los ojos.

Éste no fue el final de una historia de amor, en la última habitación, sino el comienzo de otra historia amorosa, reencarnada en el silencio.


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