Foto: J.X.
Llovía y nos refugiamos al fondo de un bar.
Hablamos de algunas experiencias amorosas, y me sorprendió al confesarme que si ella, su novia, no se hubiera ido con la muerte; si ella se hubiera ido con otro cualquiera, en vez de abandonarle e irse con la muerte, quizá el duelo, el desgarro que siente desde entonces, sería peor, más mortal aún.
Permanecí callado, mientras él seguía hablando con el corazón herido: “Allá, donde hablan y hablan quienes me ignoran al abrazarme, no voy ni muerto.”
La verdad es que no sabía qué decir.
Él y yo nos miramos en silencio, ambos sin habla.
Al final, siempre nos atormentará la culpa de las sangrantes palabras dichas y de las bellas palabras no dichas a quienes más hemos querido.
Malheridos.
Es el amor, la duda, la culpa, la muerte, el dolor, al fondo de un bar, en un rincón de sombra, donde todo amor y toda muerte filtran las paredes.
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