domingo, 16 de agosto de 2020

VARIACIÓN SOBRE UN SUCESO AMOROSO


Foto: J.X.

Ésta es la historia de un amigo del barrio, el novio que visitaba a la novia muerta, llevando una bolsa y una flores que ocultaban el botellín y las dos copas de champán para brindar con ella (había que hacerlo de manera discreta para no escandalizar a los otros visitantes del cementerio marino).
Él vivía en su casa, solo, como un vagabundo borrachín, pero no molestaba a nadie.
No estaba abandonado en la calle, desamparado, durmiendo en los cajeros bancarios como otros muchos, informan algunos vecinos, los más amables.
¿Ventajas? Ninguna, según decía él mismo. A lo sumo, vivir un día más, sí. Pero eso, para él, no era una ventaja, sino una desventaja que lo atormentaba: despertar otra vez al día siguiente, vivir otro día, un día más.
Si fuera un caballo cojo o un perro incurable, decía, alguien tendría el valor de matarlo para que no sufriera más, como en aquellas películas del lejano Oeste.
Pero él, a su edad, no tenía ese valor, estaba agotado (ya lo intentó una vez, de joven, haciéndose el caballo cojo, y fracasó, y sobrevivió), añade alguien que le da la mano, lo rescata y se lo lleva al bosque de los espíritus, como si fueran dos enamorados en busca de la novia muerta, que espera en el bosque con una copa en la mano.

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