Viñetas: Ferreres, Forges y Gila
Los
soberanistas nos quedamos sin medicamentos, lee la hija de la
bibliotecaria en el móvil.
Hija,
¿tú también eres soberanista?, pregunta la dueña del bar.
Igual que mi madre con sus novios, que de tan soberana que es, los larga a freír espárragos a los cuatro meses, contesta riendo la hija de la bibliotecaria.
Igual que mi madre con sus novios, que de tan soberana que es, los larga a freír espárragos a los cuatro meses, contesta riendo la hija de la bibliotecaria.
La
única evidencia es que Barcelona, por culpa de los independentistas,
se ha quedado sin la Agencia Europea del Medicamento, como informan
muy bien los medios mejor informados de la información, informa la
cuñada del dentista.
¡Cuánta información e informes gasta hoy, señora del notario o agente de publicidad (que ya no sabemos a qué dedica el tiempo laboral ni el tiempo libre su laureado marido)!, replica el humorista a la cuñada del dentista.
¡Cuánta información e informes gasta hoy, señora del notario o agente de publicidad (que ya no sabemos a qué dedica el tiempo laboral ni el tiempo libre su laureado marido)!, replica el humorista a la cuñada del dentista.
Mi
santo marido, señor humorista maleducado, para que lo sepa usted y
todo el mundo, ejerce el alto pluriempleo, esto es, que además de
ejercer como notario, tiene vocación de publicista, periodista y
farmacéutico, ¡y futbolista los fines de semana!, exclama la cuñada
del dentista, con firmeza.
Así
se habla, con decisión y contundencia: más al ataque que a la
defensiva, anima la vecina taxista que fiscaliza en el bar.
¡Vamos,
que le da a la pelota y al peloteo!, bromea la hermana del
informático.
Pues
otros argumentan que Barcelona ha perdido la candidatura del
medicamento por culpa de los vídeos del 1 de octubre, con aquellos
mamporros, y las intervenciones del 155, indica la sobrina de la
peluquera.
La
verdad es que ya hace un tiempo que tenemos todos mala propaganda por
ahí, unos por desafiar, y otros por sancionar y castigar como en las
escuelas de otra época, señala el poeta romántico del barrio.
“Ojo
por ojo, y todos nos quedaremos ciegos”, advertía mi abuelo
recordando a Gandhi.
¡Ya
estamos otra vez con Gandhi, ahora aquí todos son gandhianos de la
no-violencia!, exclama la vecina taxista
No olvide a los presos políticos, replica la vidente del barrio.
No son presos políticos, son políticos presos, confinados por sus acciones y no por sus ideas, dice la cuñada del dentista.
También hay dos presos que no son políticos, sino dos activistas del gamberrismo social, más los fugados de Bruselas, que un día serán, no presos políticos, sino, insisto, políticos presos por sus acciones de rebeldía, no por sus ideas rebeldes, añade la vecina taxista.
No olvide a los presos políticos, replica la vidente del barrio.
No son presos políticos, son políticos presos, confinados por sus acciones y no por sus ideas, dice la cuñada del dentista.
También hay dos presos que no son políticos, sino dos activistas del gamberrismo social, más los fugados de Bruselas, que un día serán, no presos políticos, sino, insisto, políticos presos por sus acciones de rebeldía, no por sus ideas rebeldes, añade la vecina taxista.
¡Vaya
lío! Decía mi abuelo que durante el franquismo, en los medios de
comunicación, nadie hablaba de presos políticos, sino de masones,
comunistas, anarquistas, facinerosos y agitadores del orden público,
apunta la nieta del anarquista.
Lo
dicho: toda esta olla de presión nos ha explotado en las narices,
nos hemos perdido el respeto y nos hemos quedado sin la oficina del
medicamento, resume el poeta romántico.
¡Mientras
tengamos aspirinas y carajllos!, exclama la dueña del bar.
“Tuya,
mía, la culpa fue del cha-cha-chá”, canturrea el humorista.
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