domingo, 30 de noviembre de 2014

LA PLAZA REAL, EL TORERO CHAMACO, PACO CANDEL, GLORIA STEWART Y OCAÑA

Fotografía: Matilda Sagan, Plaça Reial 

                 Laura Pérez Vernetti, En la Plaza Real (del libro Cancionero de prisión)

A MODO DE POEMA EN PROSA

I
La "Cervecería Canarias", al fondo de la fotografía, a la izquierda. 
Al otro lado, estaba la "Cervecería Vivancos", hoy desaparecida y en su lugar está el restaurante "Les Quinze Nits", donde siempre hay colas de turistas, de extranjeros, como se decía antes.
La "Cervecería Vivancos" también tenía un puesto de patatas fritas: "Señora, churros no, sólo tenemos patatas fritas en papelina grande, o éstas, en papelinas de colores de 100 gramos", decían. 
Mágicos e inolvidables los restos de patatas fritas. Porque de vez en cuando los camareros, a primera hora de la mañana, tiraban un cubo grande de restos de patatas fritas a la plaza, para las palomas, formando pequeñas colinas a las que también acudían los niños del barrio que en aquel momento estaban jugando en la plaza. Durante las vacaciones y los fines de semana los niños jugaban en la plaza todo el día, desde la 9 de la mañana a las 8 de la tarde, con un breve descanso al mediodía para ir a comer.

La Plaza Real era nuestra Escuela Libre, donde se aprendía a jugar a bolas, a correr y a pegarnos de una manera casi profesional (un sueño), donde ensayábamos noviazgos (otro sueño), rencillas y peleas amorosas, rodeados de toda clase de historias raras de personas mayores, líos de mujeres y hombres, de fulanas y macarras. Todo bien amenizado de vez en cuando por la llegada a la plaza de marines norteamericanos y sus novias efímeras con vocación de matrimonio (algunas lo consiguieron y luego se separaron). Novias que eran nuestras vecinas, primas o hermanas mayores (también alguna madre joven), que imitaban a las prostitutas profesionales y hacían de novia alquilada, por un día o dos, cuando venía la sexta flota al puerto de Barcelona a descansar, a divertirse y beber tanques de cerveza (vasos grandes de litro). 

Los marines eran rubios, atléticos y simpáticos con los niños, a diferencia de los hombres españoles, de mal genio, resentidos, flacos, con bigote negro, mutilados por la guerra y la larga postguerra, o de los funcionarios fofos o enjutos que conducían aquellas camionetas municipales de limpieza para vagos y maleantes y mendigos, para mujeres pobres y niños abandonados. Sin olvidar las perreras, cuando casi nadie tenía perros en el barrio y todos, personas y perros, eran más vagabundos errantes que ciudadanos.
Eran simpáticos los marines, nos regalaban chicles y otras golosinas, y luego se iban con sus novias alquiladas, con nuestras chicas del barrio o con desconocidas, a las "Habitaciones" de enfrente, al mueblé (decían los mayores) de la Plaza Real, junto al Jamboree, o al de la calle Escudellers ("Se alquilan habitaciones"), o cruzaban la Rambla e iban al otro lado, al Barriochino, donde también teníamos amigos. Ahora llamado el Raval, barrio que tan bien ha sido representado en la obra poética y narrativa de Manuel Vázquez Montalbán, en las memorias de Terenci Moix, en la obra dramática de Josep Mª. Benet i Jornet o en la novela de Maruja Torres, Un calor tan cercano.

Tete Montoliu improvisaba en el piano y Gloria Stewart cantaba un blues, la cantante negra que más tarde sería involucrada por la policía en un robo con homicidio. Los hijos de Gloria (la cita Manuel Vázquez Montalbán en un poema del libro Una educación sentimental) también venían a la Plaza Real con su madre, la cantante, pero no jugaban con nosotros, paseaban un rato y se iban.
Y fue pasando el tiempo, llegó la transición política, se fueron los vecinos de antes y llegaron otros a la Plaza Real, más modernos: Ocaña, Nazario, Lindsay Kemp, Lluís LLach, el arquitecto Oriol Bohigas, que transformó la plaza y la hizo más dura. Era la moda de las plazas duras diseñadas por algunos de los hijos de la burguesía tradicional barcelonesa, que estaban ya cansados de los jardines de sus padres y abuelos, y ahora bajaban a destrozar nuestras plazas, nuestros jardines, quitando los cuatro parterres y los bancos de piedra, quitando nuestra infancia..., pero aquellos niños ya no estaban en la Plaza Real para indignarse por la falta de jardines y bancos de piedra, algunos estaban en el "patio", en la plaza dura de una cárcel, y otros habían muerto de mala manera o morirían muy pronto con las nuevas drogas que ocupaban el barrio, y ya no volverían a la Plaza Real, a la hoy Plaça Reial de los turistas.

II
Los toreros que venían a torear a Barcelona se hospedaban en el "Hotel Zurbano", hoy desaparecido, situado en una bocacalle de la Plaza Real. Los domingos por la tarde, primero llegaba una calesa, con cascabeles, que venía a buscar a los "picadores", que ya iban vestidos con sus pesadas perneras de hierro sonando bajo las arcadas. Después, el "maestro y su cuadrilla" se dirigían a la Plaza de Toros en un coche negro, grande. Muchos vecinos escuchaban la corrida por la radio. Al volver los toreros de la Plaza, en la calle Zurbano y bajo las arcadas había muchos hombres, algunas mujeres y un grupo de niños que esperaban a los toreros. Sobre todo, esperaban con ansia ver a Chamaco, que regresaba al hotel , siempre con su semblante serio, esquivo, con el traje de luces ensangrentado, y acariciando alguna de las cabezas de los niños de la Plaza Real que se le acercaban, admirados.
Siempre recordaremos su perfil agitanado, moreno, serio.

III
Concha Ibáñez, Plaza Real (grabado)

Pocos vecinos del Barrio Gótico recuerdan aquellas camionetas municipales (la "36" (jóvenes), la "37" (hombres), la "38" (mujeres), una camioneta para cada grupo de personas según el sexo y la edad, semejantes a las camionetas "perreras", pero algo más grandes) que capturaban a aquellos jóvenes que andaban más sueltos y sucios, pero que jugaban en la Plaza Real con los otros niños, más limpios y que no eran perseguidos por la policía municipal (los llamados "grises" se ocupaban de otros menesteres). Pero también estos niños (más limpios) corrían como los otros (más sucios, los realmente perseguidos), por efecto contagio, solidaridad o miedo. Algunos eran detenidos, otros conseguían salir de la plaza y escabullirse, y los demás, después de mucho correr por las callejuelas aunque ya nadie nos perseguía, volvíamos más tarde a la Plaza Real. Pero la mirada había cambiado, los juegos ya no eran tan inocentes y crecía la desconfianza cada vez que entraba una camioneta desconocida en la Plaza Real.

También capturaban a los hombres y mujeres sin trabajo, sin casa, y otros "vagos y maleantes". Decían que los llevaban a Montjuïc. Días después, los muchachos volvían a la Plaza Real con la cabeza rapada, más limpios, eran admiradas sus gestas marginales por los otros niños del barrio y todos volvíamos a jugar juntos.
Eran niños y jóvenes de uno y otro lado de las Ramblas, que se juntaban en la Plaza Real.

Fotografía de Suárez: "Plaza Real", un servidor jugando a bolas con otros niños (no decíamos canicas), jugando a meco, hoyo o guá.
Esta fotografía la descubrí reproducida en el libro Guía de Barcelona, del escritor Carles Soldevila (Ed. Destino, 1951), muchos años después, cuando ya habían desaparecido de la Plaza Real los parterres, la Cervecería Vivancos, los bancos de piedra, la cantante Gloria Stewart, la infancia y algunos de aquellos amigos.

IV



Hay una juventud que aguarda, de Francisco Candel, y Gog, de Giovanni Papini, fueron algunos de los primero libros que tuvimos en las manos. 
Aún andaban lejos Kafka, César Vallejo, Pavese, y más lejos aún Marcel Proust, etc.
Por lo menos, lejos de nuestro camino de juventud y aprendizaje autodidacta en la Plaza Real.

V
El territorio de la infancia..., los primeros juegos en las calles, las primeras caídas, las primeras novias y novios, el primer encantamiento, la primera alegría, el primer fracaso..., en el lugar mágico, en el territorio único de la infancia.

La calle en donde nacimos algunos..., y jugamos en la Plaza Real, y nos caímos y nos rompimos el brazo o el pie..., y donde aprendimos a ser novios y novias espiando a los marines simpáticos, con sus chicles (que nos regalaban), dando la mano a sus novias alquiladas (cosa que aquí nadie se hubiera atrevido a hacer), algunas eran hijas del barrio..., pero como éramos niños y nadie había muerto aún en casa, jugábamos otra vez en la calle y éramos felices..., aunque hubiera pocas fiestas y pocas diversiones para nuestro padres.
Pero cuando la muerte venía y entraba en casa..., salíamos a la calle más solos, y cuando volvíamos a jugar ya era de otro modo, como si un ojo estuviera más triste que el otro.
Tete Montoliu y Lou Bennett en el Jamboree

La cantante Gloria

VI
Fotografía: Matilde Sagan

Esta tarde hemos asistido a un pequeño y emocionante homenaje a Ocaña, artista, vecino de la Plaza Real, que hace tiempo se vistió de Sol y una de las bengalas que llevaba prendidas le incendió el vestido de gasa, provocándole quemaduras de muerte.
Hoy ha sido coronado en una ceremonia que ha tenido lugar en el barrio, junto al estanque de su Plaza Real, como "Beata Ocaña".
Dos vírgenes, claveles rojos y tambores han acompañado al séquito del artista en la procesión por las Ramblas y la Plaza Real.



10 comentarios:

insurrecta dijo...

La Plaça Reial es ahora un simple escaparate para restaurantes y turistas. Sin alma. Algún día cortarán también las palmeras.

el cantante de coplas dijo...

Algunos vecinos de la Plaza Real,
fumadores de porros de antaño,
se quejan ahora del humo
de marihuana de un club
de fumadores de hogaño.
El tiempo no pasa en vano.

pragmático dijo...

Idea para una plaza más dura y acabar con toda cursilería melancólica: cortar las palmeras.

cuñada de arquitecto racionalista dijo...

Habría que derribar las arcadas y construir un espacio más amplio para el futuro de la Plaça Reial, que está en el turismo y los restaurantes, y no en esos vecinos que ya no salen siquiera de sus casas y que siempre añoran los inútiles jardines románticos perdidos, como dice mi cuñado.

una vecina del barrio gótico dijo...

Una verdad tan grande como la Sagarada Familia que también hubieran querido derribar los nietos de quienes la construyeron: los hijos y nietos de la burguesía catalana tradicional han ido a los barrios bajos y marginales a destruir jardines y a construir las plazas duras que no hay en sus barrios altos.

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Inka de la Rosa: Me encantan las fotografías antiguas, es una pasada.....!
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Angels Pal: A quién no le gusta la emblemática Plaza Real .. Canicas o Bolas o Guas ... Y tan serio, yo también he jugado con la canicas .. Amigo Albert .. Un abrazo.
12 h · Me gusta

Africa Jiménez Ruiz: El " Guas" , no era el hueco que hacíamos en el suelo para colar la canica? , pregunto . Preciosa instantánea Albert .
11 h · Me gusta

Rafael Blanco: !Hay Albert!, lo que me gustaba jugar a las bolas o canicas, yo tenia una bolsita, las de piedra eran las mejores, tambien las habia de dristal y arcilla, y la calle estaba llena de agujeros o guas (que los llamabamos aqui en Madrid)
10 h · Me gusta · 1

A.T.: Sí, "Jugar a Guá", guá, el hoyo en la tierra para introducir la canica y, si lo conseguías, podías volver a tirar la bola, después de hacer un palmo con la mano sobre el suelo, contra tu adversario, o bien para ocultarla detrás de una piedra o alejarla más del peligro de las otras canicas.
44 min · Me gusta · 2

Mercè Raja Gaspar: El apredizaje para llegar a la petanca ...Jajajajaja
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A.T.: Sí, Rafael, una bolsita con bolas de arcilla (las más humildes y baratas), las de piedra jaspeada (muchos mejores, duras y contundentes, capaces de partir en dos mitades una de barro o arcilla), y las de cristal (todo un lujo y no siempre las más adecuadas para jugar).
Ayer a las 9:30 · Me gusta · 1

Angels Pal: Muy interesante, y aclaratorio yo, no supe el concepto de " Guas" hasta los 18 años,habiendo jugado con mis amigos con todo tipo de canicas, confeccionadas en casa... Un saludo...
Ayer a las 13:17 · Me gusta

Josep Jordana Escude: Sí,las de cristal eran un lujo, no digamos el que conseguía alguna de acero, difíciles de conseguir, y también poco manejables por el peso, en mi clase había algunos que desde tres o cuatro metros hacían unas carambolas de miedo, siempre solían llevar la bolsita llena de las que ganaban, los que sabíamos poco no podíamos jugar contra ellos.
42 min · Me gusta

A.T.: Josep, ¿bolas de acero? No lo sabía. Compartiendo siempre se aprende algo.
Hace un momento · Me gusta

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Josep Jordana Escude: Sí, Albert, las sacaban de los cojinetes de los camiones u otras máquinas
1 min ·

Anónimo dijo...

Eso que dices de la "Ley de Vagos y Maleantes" ES FALSO según la Wikipedia, pues parece ser que sólo represaliaba la II República, y sólo era a los gays.

Hola, el artículo "Ley de Vagos y Maleantes" de la Wikipedia en español está bloqueado por una camarilla de bibiotecarios vándalos que abusan de su poder para que prevalezca su redacción obsoleta y favorable a la ultraderecha, y lo han secuestrado para que NUNCA se pueda leer la edición bien redactada y referenciada del usuario "descaste" (que ha sido expulsado por no ser ultraderechista), donde se incluyen HECHOS referenciados como que no sólo la II República fue la represora, o no sólo fueron los gays los únicos represaliados el el franquismo, o que la ley permaneció vigente ¡hasta 1995! o que TOOODA la judicatura está en contra de la ley de 2014 que consideran su reinstauración.

Estos HECHOS deben redactarse en Wikipedia, pues son relevantes.

CUIDADO, Hasta la Wikipedia se está apuntando en 2015 a la moda de la manippulación, Yo he visto cosas que vosotros no creeríais (y no hay qie irse más allá de Orión). Pido vuestro apoyo, Gracias.