Foto: J.X.
DESMENUZAR
Uno ojo más triste que el otro.
Desorientados, los pies.
Las manos,
hundidas en la ausencia.
La mitad del corazón, aquí,
la otra mitad allá.
De la descripción de las otras partes,
mejor no hablar.
Foto: J.X.
DESMENUZAR
Uno ojo más triste que el otro.
Desorientados, los pies.
Las manos,
hundidas en la ausencia.
La mitad del corazón, aquí,
la otra mitad allá.
De la descripción de las otras partes,
mejor no hablar.
Foto: Judith Xifré
Ha merecido la pena vivir
para encontrarte, decir tu nombre,
haberte conocido,
amarte,
y sentir, ahora,
en el costado del dolor,
nostalgia de ti.
2
Todo el odio y el amor del mundo
(o una parte),
caben entre los labios resecos
de una herida abierta.
Llegó alguien que besó la herida,
la cerró,
y partió secuestrada por la muerte.
Hubo quien sobrevivió,
descorazonado,
señalado el dolor
en el costado del corazón.
Embrujado,
el contenido del corazón
ardía en la hoguera.
La orfandad
le venía de madre.
Ella, su madre,
huérfana a los seis años,
fue acogida por uso parientes lejanos,
payeses ricos de la comarca de Lleida,
que tenían tres hijos varones.
Eran, pues, los tres hijos y la niña huérfana,
primos segundos,
que recibieron con gran alegría
a la nueva hermana adoptada.
Con el tiempo, ella,
la niña huérfana,
se casó con el hijo mediano
de aquella familia.
Casados, se trasladaron a la ciudad
de Barcelona,
a donde fueron a vivir
con una tía paterna, viuda, visionaria,
que poseía una tienda de comestibles.
La trastienda disponía de tres habitaciones,
vivienda en la que nacieron sus tres hijos,
dos niños y una niña.
El primer hijo murió a causa
de un mal diagnóstico médico.
Con el ataúd blanco dentro de casa,
las heridas hicieron crujir las paredes.
Se agudizó la orfandad de la madre, que,
transcurridos unos años, volvió a ser
un mujer vital, alegre, simpática,
pese a la orfandad cada vez más honda
que había arraigado en el corazón
de la madre y de su segundo hijo,
ambos enraizados en la madera del ataúd blanco.
Compartían el corazón troceado,
la sangre amorosa
que derramaba la orfandad de la madre.
Foto: J.X.
El amor, siempre,
en cualquier circunstancia,
exige amor de muerte.
Si no estás en condiciones de aceptar
esta exigencia;
si no estás dispuesto
a morir por amor,
debes escoger otra palabra,
otro nombre para hablar de amor.
No pronuncies en vano
la declaración del amor.
Esto queda escrito
en la pared de una calle,
como un mensaje anónimo de amor.
Lo escribo,
puesto que tampoco me atrevo
a pronunciar la palabra,
a decir su nombre.
Escribo la palabra amor en esta pared,
pero no la digo a nadie.
Foto: J.X.
1
DESCUBRIMIENTO CONFUSO DE LA VIDA
Descubrió la vida,
confusamente,
al abrir la mesita de noche
de su madre,
y encontrar una bolsa
con paños
empapados de sangre.
Así, confundido,
descubrió,
que una semana al mes,
aquella mesita de noche
contenía una bolsa
con paños empapados en sangre,
que eran lavados y tendidos cada día
en el patio interior de la casa.
Tenía una madre ensangrentada,
una semana al mes,
se dijo, sin entender aún
la vida.
2
MIRANDO HACIA ATRÁS CON AMOR
Nada que escribir.
Copiar un verso:
Era un beso de los quince años, inmortal.
Copiar el título de una canción:
Quince años, tiene mi amor.
En su cuerpo, en su memoria,
ocupaban demasiado espacio
los amores muertos
y
el silencio de los espíritus.
3
LIBÉLULAS EN EL PARQUE
Un hombre joven del barrio
frecuentaba los jardines del parque.
Espiaba
escondiéndose detrás de árboles y arbustos.
Contemplaba, hechizado,
cómo se tocaban
los chicos y las chicas
que hacían el amor en el parque.
La
madre y el hombre joven,
vivían solos.
Cuando éste volvía a casa,
su madre salía al balcón
e insultaba y amenazaba
a todos los vecinos de enfrente,
porque -gritaba, maldecía-
colgaban bragas i sostenes
en el balcón,
¡para embrujar
y hacer mal de ojo a su hijo!
4
LA PRIMERA VEZ
Todo ocurrió la primera vez.
El deseo, la angustia.
La primera noche.
Cuerpos,
piel contra piel.
La realidad se fue desvelando.
Al caer el espejo mágico
se rompió en mil pedazos.
Los cristales se clavaron
vientre abajo.
La suerte estaba echada:
el fracaso no ensangrentaba la noche.
Era la perdición de la esperanza.
El amor arrojado al suelo,
cada pie un trozo de hielo.
El abandono
hace sonar los primeros ruidos,
las voces desesperadas
se extienden fuera de las casas
y resuenan en las calles.
Nadie oye nada.
Son ruidos, son voces
para ti, de perdición.
No era el destino, sin embargo,
no era el destino, aún,
arrojarse al olvido
y no volver a despertar.
Tu vida
fue derramada la primera vez,
como se habían derramado
los preparativos de lo desconocido,
alcantarilla abajo.
Once años después, sin embargo,
llegaron unas manos
que se hirieron, una y otra vez,
hasta desclavar los cristales
de la primera vez.
5
LAS MANOS
Sonámbulo,
despierta,
al ser agarrado por unas manos
antes de precipitarse
en el abismo.
Por unas manos,
el amor
despierta
de un sueño de muerte.
6
BALADA
EN CUATRO TIEMPOS QUE SON EL MISMO TIEMPO
I
Cada noche,
en cada sueño,
vivía una aventura nueva,
de la mano de la novia muerta.
II
En cada sueño,
cada noche,
visitaban calles y casas,
él y la novia muerta.
III
Cada noche,
la novia muerta le invitaba
a bailar con ella,
por calles desconocidas, desiertas.
IV
Bailaban,
vivían bailando en cada sueño.
7
PERDIDO
Tanto se enamoraba al día,
callejeando,
que gastaba en vano
la reserva de amor
que guardaba en secreto.
De tal modo,
que fue difundiéndose por el barrio
la leyenda maldita de ese solitario
que andaba perdido e insatisfecho
por las calles.
Los más bromistas
le dedicaron una canción:
Tantas veces,
de noche,
solitario y malquerido;
cuantas veces, al día,
solitario y enamorado.