Foto: J.X.
Al llegar a la cita,
no había nadie.
Tampoco esta vez.
Después de acudir
durante más de cinco años
al mismo lugar de la cita,
tampoco hoy había nadie.
Sin fe, pero alentado
por el empuje de la virtud
de unas manos sanadoras,
volvió al sitio en cuya celda
vivía recluido, soñando.
Allí, invocó de nuevo
al amor muerto
para concertar otra cita,
y esperó.
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