sábado, 11 de mayo de 2024

HOGAR, DULCE HOGAR

Artesanía y foto: Judith Xifré




Llevaba un lápiz gastado, pero bien afilado, en el bolsillo de su camisa, a la altura del corazón, con la esperanza de que un día, el lápiz, aprovechando un accidente, una caída, le atravesara el corazón. 

Pero en vano esperaba que aquella punta afilada se le clavase en el costado del corazón y lo desgarrara de parte a parte, como una flecha envenenada de la selva.

No tenemos casa, ya no tenemos aquel piso de alquiler”, le dice el vagabundo a ella, a la novia muerta que lleva dentro, oculta, como si ella, a falta de casa, hubiera ocupado su alma de vagabundo, espacio mal construido desde el principio, desde la infancia, mal ordenado. Habitable, pese a todo, responde ella, furtiva, instalada en aquel lugar inhóspito de su alma de vagabundo.


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