Foto: J.X.
Cuentan que ya de joven no sonreía con una sonrisa entera, ni con media. Esbozaba tan sólo un cuarto de sonrisa.
En esta vida, decía, con un cuarto de sonrisa es más que suficiente para demostrar que estás vivo y sigues encajando los golpes bajos, los que vienen de aquí y de allá, y, los más peligrosos, aquellos que no sabes de dónde provienen.
Pero ahí estaba él, como buen fajador, con ese cuarto de sonrisa encajando los golpes más bajos.
Cuentan que el frío agujereó, primero, su piel, la carne, y después atravesó los huesos, las entrañas, hasta que todo el frío le entró en el alma.
Se abre la tierra y el fondo del mar.
Cuarteada la tierra, agrietado el mar, emergen de las heridas abiertas unas flores rojas, como gotas de sangre enamorada que, enraizadas en las grietas de la tierra y el mar, florecen y resisten la caída del vacío apocalíptico sobre el mundo.
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