Foto: J.X.
En silencio de clausura.
Cuatro años ya, enclaustrado, con la novia muerta a su lado. Fuera y dentro. Alrededor, y dentro de casa. Dentro de él, la novia muerta. Ambos enclaustrados.
¿Cabe añadir más palabras? Quizá más tarde, mañana. Después de cumplir cuatro años de encierro, con ella a su lado. Fuera y dentro.
Saldrá a la calle, irá a otro lugar, a otra casa.
Con ella dentro. Alrededor y fuera, con ella dentro.
Se oye una voz en el bosque: “Quienes se hayan amado y hayan muerto enamorados, aunque estén lejos el uno del otro, se reconocerán en las puntas de los cristales rotos, pese a la vida, pese a la muerte que los desfigura entre las flores y bajo las raíces y los hace irreconocibles.”
Así lo canta y lo cuenta la leyenda de un trovador anónimo enclaustrado.
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