Foto: J.X.
Entró en la floristería y pidió la flor más bella.
Le dijeron que no tenían esa clase de flor, ni la conocían siquiera.
No preguntó más y compró un ramo de margaritas, sí, aquellas mismas, las de color amarillo, dijo.
Cuando se dirigía en autobús a la estancia donde ella reposaba, unas ramitas secas, rotas, se fueron desgajando del alma (un alma que no era la de él) y cayeron en el ramo de las margaritas amarillas, que se fueron convirtiendo en las flores más bellas.
Eran flores para la novia muerta.
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