miércoles, 30 de marzo de 2022

UN DÍA DE LLUVIA

Foto: J.X.

Era un día de lluvia. Había abierto el paraguas y andaba arrastrando los pies, más muerto que vivo, por un calle peatonal, sin aceras.

Llegó una camioneta y la conductora le dijo que se arrimara a la pared si no quería morir atropellado.

La conductora tenía razón y se arrimaba cada vez más a las fachadas de los edificios.

Llegó otra camioneta y el conductor le dijo, a voz en grito: ¡No se arrime tanto a la pared, que uno sabe conducir y no voy a atropellarle!

Este conductor también tenía razón. Siguió andando, bajo el paraguas, más muerto que vivo.

Entre esta dos voces de conductores, pensó entonces en otra voz, en otras voces, y se preguntó: "Cuando una voz te mata por amor o por desamor, ¿se puede andar por la vida de otra manera que no sea arrastrando los pies, un día de lluvia, por calles peatonales sin aceras, bajo un paraguas?"

Tenía todo el cuerpo invadido de ausencia. La extrañeza le subía de los pies a la cabeza. En estas condiciones, ¿qué más podía hacer un alma gastada?

1 comentario:

una lectora corriente dijo...

Sería buena idea andar por calles con aceras más anchas. Esto no le serviría de consuelo, pero le evitaría un atropello en aceras estrechas, y herir también su cuerpo como ahora lo estaba su alma.