Foto: J.X.
I
Después de dar vueltas y vueltas, salió a un claro del bosque. Él no sabía que aquel era un lugar destinado a los niños que habían muerto enamorados.
Pero ningún ser vivo estaba cerca de allí para llamarle la atención y expulsarlo del recinto amoroso, como hacían en otros lugares.
Por lo tanto, se detuvo a esperar en el claro del bosque, compartiendo el lugar con los niños muertos enamorados, que, no sólo no lo rechazaban, sino que le daban la bienvenida, aunque él fuera un solitario que venía de las calles duras del desamor.
Los niños muertos enamorados le saludaban entre las flores y desde el seto que cercaba el claro del bosque.
Le dijeron que no se preocupara por el espacio, que allí, aunque no lo pareciera a simple vista, cabía todo el amor del mundo.
II
(Esas parejas de niños enamorados habían muerto de un dolor de amor que se les había clavado en las entrañas, según diagnosticó un joven médico, que luego sería acusado de locura, y perseguido y lapidado una noche de verbena en aquellas duras calles del desamor.
Cuentan que tanta fue la sangre derramada, que en los rincones de algunas calles hay aún, incrustadas en la pared, unas señales oscuras, de sangre reseca.)
1 comentario:
Ramon Bosch Boada
Alberto Gimeno
Dolors Alcántara Madrid
Jose Ferraz
Jorge de los Santos
Raúl Yagüe Yagüe
Ramòn Lupiañez
Ariel Fridman
Efi Cubero
Agustín Calvo Galán
Publicar un comentario