Foto: J.X.
Quien firma la postal es el espíritu que, al menor descuido, resbala con las flores.
Los espíritus carecen de peso, se dirá. Pero este espíritu, en su vida mundana, ya temía pisar las flores, y cuando pasaba cerca de algunas en el campo, o las veía arrojadas al suelo bajo una papelera, resbalaba hacia el otro lado por temor a un descuido y pisarlas. Y desde entonces, aunque ahora no se mueva pisando el suelo, sigue resbalando hacia el otro lado cuando pasa al lado de unas flores. De ahí que se le conozca en el bosque como el espíritu que resbala con las flores.
Es este espíritu quien le recuerda que hace unos días que no se cita con la novia muerta, y todos, allá, espíritus, novias y novios muertos, encuentran a faltar su pequeño ramo de las dos flores. Y le dice que no debe sentir la partida de ella como un abandono. Si ella, que había sido tan vital, quería morir, no era por despecho, ni por las desviaciones y caídas en el largo camino de perdición, ni para dejarlo solo en medio de la furia y la locura de este mundo, sino porque ella ya no estaba en condiciones de poder vivir con un mínimo de esperanza.
Él le responde con una nota muy breve anunciándole que pronto les hará una visita (prefiere no comentar nada sobre el abandono). El problema, dice, es que hay días que le avergüenza salir a la calle con el cuerpo tan enlutado por las sombras que se desgajan del alma.
1 comentario:
Comentario de joségarvimoreras:
El alma es la única referencia que tenemos del bosque de los espíritus, y sumamos dudas porque no vemos nada, puesto que la cotidianidad de la vida lo absorbe todo y seguramente debe de ser así, aquí.
La creación artística quizás sea lo que por momentos nos hace asomar a esa otra dimensión de las cosas.
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