Foto: J.X.
Un enamorado vagabundo preguntaba a los desconocidos: “Si una noche me arrojara a las aguas del puerto y alguien me salvara, ¿quién me prestaría ropa seca para seguir vagabundeando?”
Le preocupaba esto, y también no disponer de un bolso adecuado de viaje por si un día habían de trasladarlo al Hospital. Aunque tampoco tenía a nadie que pudiera guardarle el bolso, en caso de necesidad.
Nunca celebraba los aniversarios, ni mucho menos los cumpleaños. Nació a su pesar, decía.
Y vivió a su pesar.
Estuvo bien considerado en su trabajo, y fue premiado, pero se enamoró demasiado y las cosas se torcieron: la belleza se transformó en una máscara de muerte. Se lo había jugado todo a una carta y perdió. Dejó el trabajo. Había fracasado en el amor, pero seguía enamorado, a su pesar.
La realidad le castigó con dureza. Malvivió y se extravió a su pesar.
Murió en la calle, no a su pesar, sino a gusto y agradecido por haber llegado al final del pesar, lejos del puerto y con la ropa seca, pero sin el bolso.
Nadie lo encontró a faltar, ni a él ni al bolso, y descansó.
1 comentario:
Comentario de "Insurrecta":
Debe ser difícil morir donde, cuando y como uno desea, pero si se logra no debe haber mejor paz y sosiego en el abandono de una vida miserable.
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