Foto: J.X.
Me invita a una cerveza, y cierra un ojo (esta vez no es uno de sus guiños habituales), antes de hablarme de la muerte.
Cuenta que en la memoria resonarán siempre los pasos de la muerte cuando uno la ha oído acercarse por los pasillos de los hospitales o de las casas.
De vez en cuando se oculta, como si no estuviera. Pero está ahí, merodeando arriba y abajo por el pasillo.
Hasta que se decide a empujar la puerta señalada, entrar en la habitación y llevarse a la víctima que ha escogido hoy. La víctima, indefensa, abre mucho los ojos, como despedida desesperada, en un grito silencioso, más como rebelión última de la naturaleza que de acatamiento o resignación. No sabemos si, mediante esa mirada, vislumbra un lugar de luz, o una oscuridad inmensa, o nada...
Quien está a su lado, indefenso también en este momento único, de abandono mutuo, definitivo, calladas todas las palabras, deslumbrado por esa mirada fija cuyo vacío no puede describir ni entender, le cierra los párpados en un acto amoroso final, que nunca olvidará, por mucho que el mundo le gaste el alma.
2 comentarios:
Comentario de "Insurrecta":
Por haber estudiado como actúa la muerte no se consigue evitarla. La muerte decide y escoge a su víctima y está ahí, esperando que alguien le cierre los ojos para constatar que su decisión se ha cumplido. Lo que no sabe la muerte es que no solo deja a su paso una víctima, son muchos los que por mucho tiempo, o quizás para siempre, seguirán sufriendo su terrible decisión.
Comentario de joségarvimoreras:
La muerte no es el final, como el propio universo nos demuestra, donde todo es esférico como si se tratara de dar una vuelta completa y volver al mismo lugar.
En todo caso, en el bosque de los espíritus se sabe mucho de esto, donde se revelan todos los misterios en esa franja finísima de las leyes físicas del espacio y el tiempo, que un día dejaremos atrás como el tren deja atrás unas colinas y sigue avanzando.
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