jueves, 22 de octubre de 2020

EL DÍA SIGUIENTE

 Foto: J.X.

Para él, cada día era siempre el último día. Al día siguiente, es decir, mañana, no despertaría, estaba seguro.

Pero al día siguiente, despertaba otra vez, y volvía a decir lo mismo: que no le quedaba ni un día de esperanza, que para él no habría el día siguiente.

¿Tenía alguna enfermedad de mal pronóstico, grave, mortal?

No, que él supiera no, según constaba en los exámenes médicos estaba bien de salud.

Era otra la causa, decía.

¿Cuál?

No lo decía.

Se había desplomado en un laberinto interminable, y cuando se incorporaba veía otra vez aquella línea de tristeza, que no era la del horizonte, sino el límite del muro que rodeaba al laberinto.

No había otra salida excepto la visión alada del bosque de los espíritus, que acudían en su ayuda de inmediato, sin importar a qué distancia estuviera la bodega donde tomaban una cerveza de más (¿el bosque de los espíritus con una bodega?, se preguntarán algunos descreídos). 

Espíritus un poco mareados, tal vez. Pero siempre espirituales, y dispuestos a ofrecerte un mano amiga, aunque sea una mano espectral.

1 comentario:

una lectora del barrio dijo...

No siempre los deseos se hacen realidad, sobretodo si los encerramos en un laberinto, a pesar de toda la ayuda que nos puedan dar los espíritus. Por cierto, en estos momentos si hubiera bodega estaría cerrada y no se podría hacer un alto en el camino.
Emotiva prosa poética