Foto: J.X.
Él ya había subido y bajado por la escalera del dolor, se había caído varias veces, pero ahora, en esta última caída, había sufrido el dolor más grande. El dolor más insoportable, decía.
A lo largo de su vida, se había preparado, casi a diario, para aceptar el dolor que había previsto que sería el mayor dolor: el de su propia muerte.
Pero se había equivocado, como tantas otras veces.
Después de tantas previsiones, después de tanto imaginar la propia muerte, ahora sí que le había llegado el momento de sufrir el dolor más grande, el más insoportable: cerrar los ojos de otra persona, cerrar con la mano los ojos a una persona querida, cerrárselos para siempre.
Cerrar aquellos ojos que ya no nos miran,
o que ya no sabemos lo que miran,
cerrar los ojos de una persona querida,
unos ojos sin mirada,
o sin saber nosotros lo que miran,
lo que ven esos ojos más allá de la mirada fija,
cerrárselos para siempre,
no puede haber un dolor mayor, más insoportable.
Con una excepción: que no puedas llegar a tiempo,
subiendo y bajando por la escalera del dolor.
de cerrar sus ojos,
de bajarle los párpados tú mismo,
y que no sepas nunca quién,
qué enfermera, qué desconocido,
le ha cerrado los ojos para siempre
a la persona querida.
1 comentario:
Un text ple de tendresa, amor i poesia. Amb temes encara dolorosos per mi. No tinc comentaris, estic tocada, tot i que m'ha agradat molt llegir-lo, per tots els records de les persones estimades que ja no poden saber quant les has arribat a estimar. Ens els apropen espiritualment com si d'aquesta manera, amb la teva prosa poètica, ho poguessin saber.
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